Existe una hermandad histórica entre dominicanos y venezolanos. Una tradición de estrechos lazos que trasciende y que nunca ha estado dictada por las relaciones oficiales, ni definida por los contactos diplomáticos.
Es un vínculo de los dos pueblos, de su gente, que no depende de los gobernantes ni de los regímenes imperantes en diferentes épocas.
Esa fraternidad la ha interpretado perfectamente la señora vicepresidenta Raquel Peña cuando afirma: “Tenemos buenas relaciones con el pueblo venezolano”, que es lo que importa porque un pueblo no es lo que su Gobierno.
Es un enfoque certero de la vicepresidenta que no alimenta rivalidades, ni odios ni distanciamientos.
Es el mismo contexto que dio nuestro canciller a su intervención en la fallida Sesión Extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA que abordó en 31 de julio en Washington los resultados de las elecciones celebradas tres días antes: “El histórico vínculo de hermandad entre Venezuela y República Dominicana es centenario. Venezuela es la tierra en la que el padre de la patria dominicana, Juan Pablo Duarte, encontró refugio y su última morada. Por décadas, los dominicanos que migraron a Venezuela encontraron los brazos abiertos de un pueblo que los acogió con amor y calidez”, dijo Roberto Álvarez en su discurso.
Siempre ha habido cercanía entre dominicanos y venezolanos en distintas esferas de la economía, entre empresarios, políticos, diplomáticos, artistas, en los deportes y en la cultura en general, por lo que ahora no puede ser la excepción, ni lo será.
Pero en todo caso, no corresponde a la comunidad internacional decidir cuál es el gobierno legítimo de un país. Puede no haber total conformidad sobre cómo caminan las cosas en la tierra de Bolívar, sin dejar de reconocer el derecho de los venezolanos a decidir ellos mismos su futuro.
El Gobierno dominicano debe insistir, sin ir más allá, en su posición de que las actas originales de escrutinio son las pruebas únicas y auténticas de las votaciones, las que deben ser verificadas por instituciones imparciales.
Es una mínima exigencia para demostrar la legitimidad de un régimen en medio del cuestionamiento de países, incluso de algunos que hasta hace poco fueron sus aliados.
También, como lo ha dicho en forma reiterada el presidente Abinader y lo recalcara la vicepresidenta: “República Dominicana nunca apoyará la falta de democracia en ningún país del mundo”.