Mañana finaliza la temporada ciclónica (01 de junio-30 de noviembre), y si bien el territorio dominicano no fue tocado por huracán alguno, apenas por una tormenta, el balance no es para alegrarse de que nos hayamos librado de fenómenos de esa categoría, porque por el cambio climático la naturaleza se torna inclemente en cualquier momento.
Los últimos doce meses han sido, a manera de ejemplo y según un reciente informe de Climate Central, organización dedicada al estudio y a la difusión de informaciones científicas sobre el clima, los más calurosos en 125 mil años.
Y eventos lluviosos como el del pasado 18 de noviembre, apenas un disturbio tropical, resultaron una tragedia con treinta muertos, centenares de desplazados y miles de millones de pesos en pérdidas materiales.
Tal como las sorpresivas inundaciones del 4 de noviembre del año pasado, la enorme cantidad de lluvia sorprendió hasta a las autoridades.
Más que celebrar la finalización formal de la temporada ciclónica, hay que tomar conciencia de que el cambio climático, el calentamiento global y las temperaturas cada vez más extremas ya no son una novedad. Inclusive, hay que coincidir con António Guterres, secretario general de la ONU: “La era del calentamiento global ha terminado; la era de la ebullición global ha comenzado. El aire es irrespirable, el calor es insoportable”.
Consuela, al despedir la temporada, el anuncio del presidente Abinader de que se instalarán otros dos radares, que nos dotarían de mejor tecnología meteorológica, y que ya su gobierno ha licitado los equipos que deberán ser puestos en funcionamiento en los próximos meses.
Lo positivo es que tendremos mayor capacidad de dar seguimiento a los fenómenos atmosféricos, noticia que se une a otra de gran trascendencia: la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de ley que crea el Instituto Dominicano de Meteorología (Indomet).
Si la Onamet dejara de ser una simple oficina dependiente de Obras Públicas, habrá recursos suficientes para solventar las necesidades de estos organismos especializados, como contratar personal experto y bien remunerado, adquirir tecnologías de vanguardia y dar mantenimiento a las estaciones meteorológicas.
Es lo menos a lo que se puede aspirar, porque los fenómenos atmosféricos serán, sin importar la temporada, más frecuentes y cada vez más extremos, como mayor y más grave será el peligro para toda la población.