La temporada ciclónica llega hoy a su final y, en cierta medida, ha pasado para nosotros, se puede decir, de largo, sin mayores consecuencias, no así para territorios vecinos como Cuba o determinadas zonas de México y de la Florida.
Pero no cantemos victoria porque no significa que el peligro de los desastres atmosféricos no vaya a ser cada vez más grave en el futuro, sino todo lo contrario.
Desde hace algunos años, la media isla que habitamos, al menos las zonas más pobladas, no registra grandes catástrofes a causa de la temporada ciclónica, que en este 2024 apenas sí se hizo sentir en la capital y en el Gran Santo Domingo, pero de todos modos se inundaron comunidades en el interior y los vientos huracanados y las aguas desbordadas provocaron desplazamientos de personas y familias.
La temporada ciclónica no es un simple periodo más en el año, sino un ciclo que cada vez se presenta con mayor potencial destructivo, debido al cambio climático y al calentamiento global, un problema que preocupa a todo el mundo, aunque no tanto a los responsables de las emisiones tóxicas.
Este año no hemos tenido inundaciones como las de noviembre de los dos años anteriores, pero aun así lo recomendable es no descuidarse, no tomarlo como algo que ya pasó y el próximo año veremos.
Los especialistas en el clima han señalado que el país necesita más radares, pero también advierten que las autoridades tienen que ser más firmes en cuanto a no permitir que se levanten asentamientos al borde de ríos, arroyos y cañadas, por ejemplo.
Los protocolos de los organismos de emergencias, el trabajo de las organizaciones civiles y de los voluntarios ha sido efectivo, casi siempre se trabajó para prevenir en lugar de reaccionar después cuando el daño ya estaba hecho.
Si bien se produjeron algunas muertes, fue más por descuido de las personas que no acataron los llamados de los organismos que por falta de prevención.
Otra buena noticia en el fin de esta temporada ciclónica es que la antigua Oficina Nacional de Meteorología ha desaparecido, para convertirse en el Instituto Dominicano de Meteorología, con mayor capacidad y poder de decisión, aunque sigue pendiente su protocolo de aplicación.
Despedimos felizmente la temporada de huracanes, pero la clave es estar siempre preparados para afrontar sus peligros, que serán cada vez más extremos.