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La llegada del estío, marcada por el comienzo del solsticio de verano este 21 de junio, trae además del aumento del calor, una serie de noticias preocupantes para los que estudian el clima y para la población en general, que sufre las consecuencias de las temperaturas calurosas, que aumentan año tras año.

El cambio climático y sus nefastas consecuencias, el fenómeno de El Niño que empeora la situación y las derivaciones del efecto invernadero, que retiene el calor dentro de la superficie terrestre, son solo algunos de los factores de que el planeta esté cada vez más caliente, consecuencia de la actividad humana que es la causante de la depredación, de la desertificación y del aumento del nivel de los océanos.

Según estudios de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) hay un 66 % de probabilidades de que desde ahora a 2027 la temperatura media mundial anual cerca de la superficie supere más de 1.5 °C los niveles preindustriales por un año, más un 98 % de probabilidades de que al menos uno de los próximos cinco años, o el lustro, sean los más cálidos jamás registrados.

A lo anterior hay que sumarle un altísimo calentamiento del ártico, que puede provocar un crecimiento de los océanos con la consecuente inundación de poblaciones costeras y hasta su desaparición definitiva, y estas son solo algunas de las consecuencias de la degradación del clima.

Ese aumento de las temperaturas medias mundiales “nos alejará cada vez más del clima al que estamos acostumbrados”, afirma el doctor Leon Hermanson, experto del Servicio Meteorológico del Reino Unido.
Mientras desde las grandes potencias la depredación de los bosques y la extracción desmedida de recursos naturales se miran de costado, los países pobres, que es de donde se sacan esos recursos, sufren la deforestación, la desaparición de sus ríos y la contaminación de inmensas superficies.

La necesidad de llamar la atención sobre este problema, de combatir a las granceras que secan nuestros ríos sin que ninguna autoridad pueda detener su acción criminal, la necesidad de reforestar y cuidar el agua, son imperativos que exigen una respuesta de los gobiernos, de las organizaciones transnacionales, de los partidos políticos, en suma, de todos los habitantes del planeta.

Si el aumento de las temperaturas no sirve como advertencia de que nos encaminamos al infierno, posiblemente nada servirá para detener la degradación ambiental, el cambio climático y la muerte definitiva de la tierra.

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