U na palabra que despierta inquietud. Pero conviene conversar de esta enfermedad abierta y objetivamente. Quien escribe la ha superado en tres ocasiones en los últimos once años. Como la mayoría de los que la han sufrido, todo comienza con el anuncio. Era el final de un día, en agosto de 2009. Estaba en una media alumbrada habitación del hospital, cuando entró un médico. Algo me presagió que sería una de las visitas más importantes de mi vida. Instintivamente, me levanté. Al momento se incorporó mi esposa. Acto seguido, el cirujano me informó que tenía una mala y una buena noticia que darme. Me comunicó que tenía un cáncer en el hígado, de diminuto tamaño, pero con una mortandad de un noventa por ciento o más. La buena noticia consistía en que el tumor era extraíble. Esta última noticia fue un golpe de suerte, pues significaba que había margen para luchar.

De esta breve conversación deseamos sacar algunas conclusiones. Si Ud. enfrenta la posibilidad de perder la vida en un noventa por ciento, por favor piense en el 10% que tiene para vivir. No deje que el pesimismo lo abrume. Ud. debe y tiene que luchar. Pero hay algo aún más importante. El temible noventa por ciento de mortandad no es más que un promedio. Lo que significa que hay un reducido grupo de médicos cuyo promedio de éxito es mucho mayor del 10%. Entonces localice aquellos médicos que logran tener mayor éxito. Para suerte mía, el cirujano que había entrado en mi habitación momentos antes estaba entre ese selecto grupo de mayor éxito. Le pregunté: “¿Qué porcentaje tengo de salir con vida con Ud.? 50-50, contestó. En realidad su récord era mejor, pero el temor a las demandas cada día hace que los médicos sean más cautos.

Una operación de alto riesgo no es una empresa fácil y el paciente debe tomar una determinación importante: Estrechar humanamente con su cirujano, para que lo dé todo, sin temor a represalias. Siendo así, en una reunión posterior, le dije: “Doctor, si esta operación sale bien, nosotros lo vamos a celebrar. Si no sale como deseamos, nunca me arrepentiré de haberme puesto en sus manos”. A lo que me contestó: “Deme dos semanas para yo reunir un equipo para operarlo”. Tenía que hacerlo, pues la operación duraría casi nueve horas. En conclusión, no pierda Ud. la esperanza, necesaria para luchar. Analice las estadísticas, y busque a los médicos cuyos récords de éxitos sobresalen.
Finalmente, estreche humanamente con su médico y dele confianza para que enfrente el reto sin temor a represalias. Lo menos que Ud. necesita en una situación crítica es tener a un timorato al mando. Por cierto, celebramos con nuestras esposas a los cinco años.

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