Hace unas semanas a mis manos (y vista) llegó un libro que califico como “muy especial” y, a la vez, con un contenido singular debido a que marca aspectos técnico-jurídicos.

El Domicilio, es el título de la obra escrita por el reputado abogado, diplomático y catedrático universitario Ramón Martínez Potorreal, a quien muchos de sus colegas sindican como un jurisconsulto al que “le encanta el debate”.

En efecto, Martínez Potorreal, quien pertenece a la escuela del desaparecido abogado Ramón Pina Acevedo (gloria de la jurisprudencia nacional), nunca rehúye a entrar en polémicas cuando se trata de aclarar leyes concernientes a la justicia que debe imperar en una sociedad democrática como la nuestra.
Nota: Acostumbro a leer por lo menos media o una hora diaria, casi siempre al filo de las once de la noche o antes.

Cuando recibí el libro de Martínez Portorreal, en mi agenda estaba leer -y llevo ya leídas 282 páginas- la obra intitulada Monzón (La difinitiva autobiografía) escrita por el periodista argentino Carlos Irustia, mi amigo de varios años y a quien conocí en uno de mis viajes a la República de Argentina, país donde residen tres de mis seis hijos.

El voluminoso libro, que narra la turbulenta vida del mítico boxeador argentino Carlos Monzón, lo puse en pausa para comenzar a leer El Domicilio.

Es un texto de 108 páginas, con fina prosa de su autor, escrito en un lenguaje “estrictamente jurídico” que les puede servir a los abogados dominicanos como manual de estudio.

Es un libro que, además, puede ser especie de un importante instrumento a los propios juristas con miras a lidiar con casos complejos que “envuelvan” asuntos relativos, precisamente, al domicilio en República Dominicana.

En el subtítulo de la obra leemos: Una propuesta de ley que todo abogado debe conocer. Significa, como lo preciso en líneas más arriba, que nuestros letrados están en la necesidad (¿?) de leer todo su contenido.

Uno de los conceptos más claros vertidos en el libro es el siguiente: “Toda persona tiene un solo domicilio, a excepción de los vagabundos que no tienen ninguno, pero se tienen dos domicilios si se poseen al mismo tiempo dos establecimientos en lugares diferentes sin que se pueda decir cuál de ellos es el principal”.

Precisión: Cuando los abogados en ejercicio lean con ojos avizores El Domicilio, ofrecerán -y créanme que no soy un periodista especulador- esta categórica opinión: ¡Este libro, que ha sido sometido un examen bien llevado, tiene un 10 de 10!

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