El ensayo como género académico

Al ralentí, este diletante filosófico pudo darse cuenta que César Aira, literato posmoderno, mostró a Parménides, fundador de la escuela eleática ..

Al ralentí, este diletante filosófico pudo darse cuenta que César Aira, literato posmoderno, mostró a Parménides, fundador de la escuela eleática, como personaje de ficción, procurándose un maestro que le enseñara a escribir en prosa o poesía, porque deseaba poner en negro sobre blanco las ideas acumuladas sobre el mundo vivencial y meditativo del que era dueño, en razón de esa fuerza inmanente que suele impeler a la gente a que trascienda desde el existencialismo material hacia la inmortalidad, especialmente él, por cuya estirpe griega era merecedor del recuerdo imperecedero.

Desde la ficción a los hechos a secas, constituye lección aprendida que la cultura occidental halla su origen histórico precisamente en la civilización greco-latina de antaño, donde casi todo fue creado, hasta llegar a saberse que el ensayo como género escritural echó allí sus raíces atávicas, identificándose a Plutarco de Queronea y Lucio Anneo Séneca entre los primeros forjadores de esta especie menor de la composición retórica.

De esta anterioridad tan pretérita, hay ausencia de prenociones históricas que denoten este tipo de composición redactado en prosa, pero de la lectura de varios trabajos retóricos provenientes del numen literario de Michel Eyquem de Montaigne, precursor moderno de este taxón de creación textual, cabe decirse del ensayo que se trata de una exposición escrita mediante la cual puede emitirse conceptos, juicios, razonamientos o argumentos sobre determinado fragmento de la realidad, sin ánimo de exhaustividad investigativa en pro de arrojar un hallazgo, cuya verdad sea apodíctica o concluyente, por cuanto en esta materia únicamente existen asertos contingentes o exentos de criterio unívoco.

Como lugar de sapiencia común, casi nadie en su sanidad mental puede ignorar que las naciones civilizadas suelen valerse de la lectoescritura escolarizada o científica para fomentar el desarrollo de las competencias cognitiva, práctica, estética y discursiva, aun cuando determinados países exhiban deficiencias muy notorias en tales esferas educativas. Así, valga traer a colación como muestra ilustrativa el academicismo imperante entre nosotros, donde en gran medida resulta evidente la ausencia de esta estrategia didáctica, propiciadora del aprendizaje integrador y significativo.

Pues bien, durante las distintas etapas de la formación académica, cada discente ha de adquirir una trilogía de competencias discursivas. Así, verbigracia, a través de la lectura la gente logra la completitud humana, mientras que mediante la comunicación hablada el sujeto dialogante obtiene la fluidez oratoria, en tanto que por medio de la escritura la persona aprendiz puede propender hacia la exactitud en todo cuanto expresa por la vía de la composición retórica.

Desde la atalaya universitaria, puede otearse que en materia de competencias discursivas nuestros alumnos vienen dotados de conocimientos muy rudimentarios sobre el manejo de su lengua materna, puesto que la gramática como disciplina curricular suele instruirse en la educación básica y media bajo estrategias didácticas proclives hacia el fomento de un saber meramente teórico, memorístico o repetitivo, lo cual los deja atrofiados mentalmente, tras suscitarse la ocasión de aplicar los contenidos morfo-sintácticos en la redacción funcional de los géneros académicos, máxime cuando tales desafíos cobran vigencia en las aulas de la enseñanza superior.

Entre las carreras requirentes de las competencias discursivas, el derecho suele ocupar un lugar de primerísima línea, a sabiendas de que todo jurista queda obligado a desarrollar su talento en el arte de la retórica tanto en versión textual como en desempeño oratorio , por cuanto todo profesante de la otrora Jurisprudencia ha de contar con tales dominios cognoscitivos, pero para haberlos adquirido durante la etapa de formación universitaria los docentes debieron valerse de la escritura ensayística como eje de enseñanza transversal, a fin de permear la ilustración académica de sus discentes en tan importante área intelectiva para así fomentar en ellos el hábito de la creación compositiva.

A modo de colofón, cabe dejar sentado que el ensayo, por ostentar una mixtura estilística basculante entre ciencia y arte, puede valorarse como estrategia didáctica aplicable para el proceso enseñanza-aprendizaje, ya que tiene una estructura libertaria que incluso le permite componer a cualquier escritor aspirante o experto todo tipo de texto creativo o académico, pues resulta útil a la temática de mayor diversificación sustantiva, siempre que sea inexequible la explicitud probatoria a ultranza, tal como ocurre en el cientificismo discursivo.

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