Consciente de lo que significada dejar a su hijo en una patria intervenida por una hueste de salvajes, Juan José Duarte embarcó al joven a estudiar derecho, filosofía y ciencias. Era apenas un adolescente de 15 años, con formación de hogar de principios, pero en esencia un niño que apenas se iniciaba en la escuela de la vida. En Francia capta la esencia del movimiento revolucionario en gestación. En Barcelona perfila su concepto político entre las influencias del Romanticismo, Liberalismo, Nacionalismo y Socialismo utópico, forjándose un ideario político-social liberal, basado en el institucionalismo y la democracia. No se preparó para la traición, las malquerencias, la envidia, el engaño, ni la ingratitud. Regresa en el ‘32 con cerca de 20 años y en el 1838 funda la sociedad secreta La Trinitaria, similar a los Carbonarios europeos, y cuyo juramento expresa, “…implantar una República libre, soberana e independiente, de toda dominación extranjera”. Dios Patria y Libertad eran las señas de independencia. Charles Rivière-Herard , heredero del poder haitiano, llega a S. Domingo en el ’43, consciente de la amenaza que significaban los duartistas para los intereses haitianos. Persigue a Duarte y otros complotados obligándolos a embarcarse hacia Venezuela y Curazao, donde el Patricio redacta su proyecto de Constitución. Consagrada la gesta de febrero del 44, regresa al país teniendo 31 años de edad. Choca con los afanes colonialistas e ideas del protectorado que concebían Tomás Bobadilla, ideólogo de la persecución familiar y Pedro Santana, su ejecutor en el poder. Mella impulsa un movimiento para hacerlo Presidente de la Junta Gubernativa y ese honor es condicionado por Duarte a una imposible consulta electoral, mostrando su carácter eminentemente romántico. Hecho prisionero en Puerto Plata y trasladado a S. Domingo, triunfan las maquinaciones colonialistas y 5 meses después de su retorno al país, es declarado Traidor a la Patria y expulsado hacia Hamburgo, Alemania junto a otros. Regresó a Venezuela y 20 años después de la independencia nacional, retorna por Montecristi para unirse al movimiento restaurador, y por presiones de España es enviado a una misión en Venezuela, que termina con la Restauración. Caben las palabras de Martí a Máximo Gómez: “Gral, solo puedo ofrecerle el placer del sacrificio y la ingratitud probada de los hombres”. Fallece el 15 de julio del ’76 a los 63 años de edad. En 1884, por disposición de Ulises Hereaux (Lilís), se trasladan los restos del primer dominicano, para honra eterna en la patria a la que consagró su vida y el martirio familiar. A nadie se le ocurrió gestar desde el poder, durante más de 20 años que duró su final exilio, el reintegrar a su República Dominicana un patriota colosal, que al parecer no cabía en sus límites geográficos. Hace 209 años de su nacimiento y todavía crece su figura y la falta de su presencia.

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