Con motivo de la muerte del viejo líder cubano Fidel Castro, muchos recordando las buenas intenciones en el origen de la revolución cubana, dirigieron una serie de exaltaciones al muerto en las que, según afirmó alguien, estas decían más de la grandeza de corazón del panegirista que del anciano dictador.

Ahora, con motivo de la entrada al escenario político de un nieto de Trujillo, nuestros profundos y acuciosos analistas políticos, hacen algo parecido: en su oposición al nieto, están más interesados en exhibir su anti trujillismo al viejo ya muerto – lo que todavía reditúa – que como reales opositores a Ramfis Domínguez Trujillo. Para matar al vivo tienen que revivir al muerto.

El nietesito, o el nietísimo o Ramfito, como les quieran llamar para minusvalorarlo, que Freud nunca descansa, viene y hace política para candidatearse a la presidencia del país y el pueblo dominicano, si el pueblo dominicano, aprueba sus intentos con un siete o más por ciento. Alarmados, nuestros heroicos opinadores antitrujillista, no corren a criticar el discurso del Ramfito, no, van en contra de su abuelo. Parece que no encuentran cómo atacar al nietesito y con vergüenza ajenas y propias por la aprobación in crescendo de éste piensan que recordando al abuelo pueden matar las aspiraciones del Ranfito. Mala vaina.

Dos cosas debemos observar: Es forzoso admitir que en estas simpatías por el Ramfito, algo no anda bien en la siquis de una parte del pueblo dominicano (¿deseos de una mano dura?, ¿masoquismo?, no sé) pero, en segundo lugar, es evidente que la aprobación no encuentra su razón de ser en el proyecto de país, y de desarrollo que este señor tiene (ustedes dirán que, total, nuestros políticos tradicionales, a quienes tanto exaltan esos analistas, y por quienes terminan votando los dominicanos, tampoco lo tienen) y esa es una de las desgracias de nuestro país: políticos que hacen política sin guía ni proyecto y nosotros tolerársela, tomemos notas.

Y para muestra un botón: recién hemos vistos cuatro salva patria cuyo accionar político es visitar redacciones de periódicos, para las fotos, a ver quién los compra, y que por programa tienen: ‘abajo Catalina’, ¡Jo que tropa! , qué diría Cela.

Entonces, exigir a los políticos programas y no posiciones coyunturales y continuar educando a nuestro pueblo son cosas que no debemos festinar.

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