Dedicado a Mariely y Mairely, que me han domesticado.
“El Principito” fue publicado en 1943. Su autor Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), fue un escritor y aviador francés cuya muerte está cubierta por el misterio y la leyenda.

El libro es un clásico del cual podemos tener una visión distinta con cada lectura, lo que ocurre con todos los clásicos, que nos entregan enseñanzas, sensaciones y sentimientos distintos cada vez.

Lo de “clásico” es por haber resistido la lectura y crítica de varias generaciones y continuar leyéndose con sorpresa, tanto por lo cautivante de la anécdota, como por el lenguaje sencillo y eficaz utilizado. Aunque siempre he creído que cada uno puede hacer su canon de clásicos, aunque se aleje de las listas oficiales. Muchas veces los libros considerados malos, comerciales o flojos hoy, podrían ser la gran referencia mañana.

El libro, más allá de lo que pueda pensarse, no es infantil. O, más exactamente, es un libro para todas las edades que puede –y debe- ser leído por todos. Incluso, debería leerse mínimo una vez cada año, para renovación espiritual y goce de los sentidos.

Pocos textos, en tan pocas páginas, enseñan tanto: Las cosas realmente importantes, la avaricia, la inocencia, la vanidad, los vínculos personales, el trabajo, la justicia, la visión sobre las posesiones, el principio de autoridad, la amistad, el amor y muchos otros temas universales son abordados con trasparencia y frescura en el texto que recientemente cumplió 74 años de publicado.

A las mellas, mis hijas, les leía primero y más tarde les daba a leer algunos libros. Luego, cuando les permitía escoger cuál leer, ambas buscaban “El Principito”, al punto que debí comprar otro para que cada una tenga un ejemplar. De allí, casi al azar, tomo unas frases: “Hacia adelante no siempre se puede llegar muy lejos…”. Y esta otra que nos sugiere prestarles mayor atención a los niños: “Las personas mayores jamás comprenden nada por sí solas, y es muy agotador para los niños tener siempre que darles explicaciones”.

O esta crítica a las convenciones sociales, que pueden ser obstáculos en vez de un motor para el avance. Cuando el astrónomo turco descubrió el asteroide donde vivía “El Principito” –el B 612-, en 1909, haciendo una fallida demostración en un “Congreso Internacional de Astronomía. Pero la gente no lo creyó a causa de su ropa. Las personas mayores son así”, prefieren el exterior a lo realmente importante, cuando “lo esencial es invisible para los ojos”.

Instructiva es la conversación con la zorra sobre la amistad, creando “ligaduras” y necesidades mutuas, haciéndose único en el mundo para la otra parte. Dice la zorra: “No conocemos más que las cosas que domesticamos…Los hombres no tienen tiempo de conocer nada. Compran las cosas hechas en los mercados. Pero como no hay mercados de amigos, los hombres no tienen amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!”.

Cuántas enseñanzas contiene este pequeño “gran” libro. Prometo a las mellas que volveré a él después.

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