Según el libro de Génesis, después del Diluvio, la humanidad hablaba un solo idioma y residía en armonía en un solo lugar. Sin embargo, descendientes de Noé decidieron construir una ciudad y una torre, la “Torre de Babel”, con la cual pretendían llegar hasta el cielo y con ello desafiar a Dios, quien al ver lo que estaban haciendo decidió intervenir. Tra haber observado que la unidad de los humanos estaba basada en su capacidad de entenderse, Dios confundió sus lenguajes y dio origen a la diversidad lingüística que conocemos hoy. De esta forma, la inteligencia humana, que es noble y ambiciosa al mismo tiempo, se vio limitada por la incapacidad de los humanos para entenderse.

Y es esta diversidad lingüística lo primero que percibe un viajero al llegar a Nueva York. En sus calles resuenan más de 700 idiomas y dialectos, que convierten su área metropolitana en el centro urbano más diverso del planeta. Desde su fundación, Nueva York ha sido un crisol de culturas, etnias e idiomas. En 1664, cuando los ingleses tomaron el control de la isla de Manhattan -Nueva Ámsterdam en ese tiempo- la zona ya albergaba entre 1,500 y 2,000 habitantes de diferentes orígenes: holandeses, ingleses, franceses, españoles, portugueses, judíos, africanos e indígenas, todos coexistían en paz.

Esta rica diversidad se transforma en una energía “schumpeteriana”, un concepto inspirado en la “destrucción creativa” del economista Joseph Schumpeter. Esta energía impulsa la innovación y el emprendimiento, y crea los niveles de desarrollo y riqueza que caracterizan a la ciudad. En 2023, el Producto Interno Bruto (PIB) del área metropolitana de Nueva York alcanzó los 1,400 millones de dólares, cifra comparable al PIB de países como España y Australia. Además, la ciudad atrajo inversiones por 1,700 millones de dólares y recibió 62.2 millones de visitantes, de los cuales 52.4 millones eran turistas.

Nueva York fue la capital de EE.UU. entre 1785 y 1790 con George Washington como presidente y Alexander Hamilton como secretario del tesoro y se ha consolidado hoy como la capital del mundo. Alberga la sede de las Naciones Unidas, donde en su 79° período de sesiones del pasado mes de septiembre participaron 87 jefes de Estado, 2 vicepresidentes, 1 príncipe heredero y 28 jefes de gobierno. También es el hogar de la Bolsa de Nueva York y de la NASDAQ, las más grandes del mundo; así como de importantes bancos de inversión como J.P. Morgan Chase y Goldman Sachs, que generan ingresos anuales promedios superiores al PIB de muchos países.

La infraestructura y los íconos arquitectónicos de Nueva York son testimonio de su grandeza. Desde el “Empire State Building”, el primer rascacielos de más de 100 pisos construido en un tiempo récord de trece meses y medio, hasta el puente de Brooklyn, una obra maestra de la ingeniería cuyo cruce a pie se ha convertido en una visita obligada de los turistas. La ciudad está llena de maravillas. Su sistema de metro es el más concurrido del mundo. Opera las 24 horas del día y -con una longitud de 1,070 kilómetros y 472 estaciones- cubre una gran parte de la ciudad.

El Central Park constituye uno de los parques urbanos más bellos del continente americano, y ofrece un respiro de naturaleza en medio del bullicio de esta gran urbe. También está el “Highline Park” -construido sobre antiguas líneas de tren abandonadas que llevaban las carnes hasta al distrito de ventas de ellas- hoy convertido en un barrio muy exclusivo llamado el “Meatpacking District”. Estas vías de tren abandonadas, que solo mostraban un decaimiento de la ciudad, fueron transformadas en un parque y constituyen un testimonio al ingenio y la creatividad.

Y justo al frente del “Meatpacking District” se encuentra Little Island, otro parque público construido sobre el rio Hudson con 132 pilotes de concreto en forma de “tulipán” que emergen del agua para crear un espacio verde con senderos, jardines y un anfiteatro para espectáculos. Este proyecto fue liderado por el empresario de los medios de comunicación Barry Diller -dueño de Fox and USA Broadcasting company- cuya fundación financió la mayor parte de los US$260 millones de su costo total. “Little Island” es un ejemplo de alianza público-privada para mejorar el espacio público, que combinan diseño innovador con accesibilidad y provee de una vista privilegiada a sus visitantes.

La oferta cultural de Nueva York es igualmente impresionante. El Museo de Arte Metropolitano alberga entre sus tesoros el “Templo de Dendur”, un santuario egipcio del Siglo XV antes de cristo y que fue reconstruido al interior del museo en un área dotada de una impresionante vista al parque central. También posee una colección de pinturas del postimpresionista francés Paul Gauguin que se refugió en la Polinesia en busca de la “pureza primitiva del arte”. Esta colección de pinturas de Gauguin nos lleva a revivir la fabulosa novela “El paraíso en la otra esquina” de Mario Vargas Llosa sobre la vida de este pintor y su abuela Flora Tristán, una gran activista social. El Museo de Arte Moderno es innovador y vanguardista. Incluye en su colección obras icónicas como la impresionista “Una noche estrellada” de Van Gogh; y la obra “Interior, madre y hermana del artista” de Édouard Vuillard, la cual constituye una de las mejores muestras del impresionismo y del grupo de los Nabis.

Entre mis museos favoritos, no puedo dejar de mencionar el “Neue Gallery”, una pequeña galería dedicada al arte y diseño alemán y austriaco. En él se encuentra la célebre pintura de Gustav Klimt, “Retrato de Adele Bloch”, conocida como “La Mona Lisa Austriaca” cuando estaba en el Palacio Belvedere en Viena. La historia de esta obra, que incluye el rescate de la pintura por sus legítimos dueños, descendientes de judíos ejecutados durante el Holocausto, es presentada de manera magistral en la película de Netflix “La dama de oro”, una gran obra que merece ser vista junto a la visita a este pequeño museo.

Hay que resaltar también la diversidad y la exquisitez de la oferta gastronómica de Nueva York —un arte en sí mismo— que abarca desde una variedad de delicias internacionales hasta la comida callejera emblemática que define la cultura culinaria de la ciudad. La gastronomía de Nueva York es un festín para los sentidos, donde puedes encontrar desde auténticos tacos, sándwiches vietnamitas, bagels y pizzas al estilo neoyorquino, hasta exquisitos restaurantes de alta cocina con tres estrellas Michelin que ofrecen experiencias culinarias únicas.

Los shows de Broadway son otro de los grandes atractivos de la ciudad, con producciones que se destacan por su meticuloso montaje. Artistas talentosos cantan, bailan y actúan de manera simultánea, creando un espectáculo cautivador. Hoy está en cartelera “Hell’s Kitchen” un fabuloso homenaje a Alicia Keys y al barrio que la vio nacer. La ópera en el Lincoln Center, por su parte, utiliza tecnología avanzada que permite la traducción simultánea de la misma en diferentes idiomas y el montaje de producciones complejas con efectos audiovisuales que elevan cada actuación a una experiencia inolvidable.

La escena musical también es vibrante, con bares de jazz como Blue Note, Coca-Cola Jazz Club y Birdland. Este último llamado así en homenaje al legendario saxofonista Charlie Parker, apodado “Bird” que tocaba con frecuencia en este escenario. En Nueva York la música se siente en el aire, y las actuaciones en vivo son una celebración del talento artístico que caracteriza a la ciudad.

Eventos anuales como los festivales “The New Yorker” y el “PEN World Voices” reúnen a las mentes más brillantes de la literatura y la intelectualidad mundial cada año, convirtiendo a Nueva York en un punto de encuentro para el intercambio cultural y la creatividad. Además, cada rincón de la ciudad ofrece oportunidades para explorar, aprender y disfrutar de una rica vida cultural y artística.

Con todo esto, no cabe duda de que vivir en Nueva York es un privilegio. La ciudad es un microcosmos de experiencias, que cada día te ofrece nuevas oportunidades para descubrir algo asombroso, lo cual suelo hacer los sábados en mis habituales recorridos en bicicleta.

Sobrada razón tenía la escritora Agatha Christie cuando afirmaba: “Es ridículo situar una historia de detectives en la ciudad de Nueva York, cuando la ciudad es en sí misma una historia de detectives.” Así que, conviértete, estimado lector, en uno de esos detectives y atrévete a descubrir esta maravillosa e impresionante ciudad para que así construyas tu propia historia..

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