Puede parecer incomprensible aquella expresión, de que las instituciones tienen el tamaño de su titular o de quien la dirija, sin detenernos en definir qué son las instituciones.
La Real Academia Española (RAE) nos dice que son: “Cada una de las organizaciones fundamentales de un Estado, nación o sociedad. Institución…”. También: “Órganos constitucionales del poder soberano en la nación”.

Estas dos definiciones se refieren a instituciones oficiales del Estado. Con frecuencia se entiende que las normas constitucionales y legales son suficientes para definir las instituciones y lograr su eficiencia. Ojalá fuera así, ya que bastaría con crear buenas normas jurídicas.

Sin embargo, los Estados no se originan con las normas, ellas dan forma a lo que se va creando en una nación. Las naciones se crean al paso de siglos, a veces milenios; sus culturas, idiomas, tradiciones e historias, formas y códigos o reglas de convivencia, etc. Por eso la Nación se define como “Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”. Esos componentes arraigan.

En el Siglo XVIII surge en Europa el “Siglo de Las Luces” o los “Ilustrados”, que provocó un proceso de liquidación de la monarquía o “Viejo Régimen”, como le llamaron los franceses, especialmente; dando nacimiento al “Nuevo Régimen”, que no fue más que el capitalismo.

La liquidación de las monarquías y el “Viejo Régimen” fue para dejar atrás el feudalismo. Inglaterra contribuyó desde el Siglo XVII a impulsar las fuerzas productivas incorporando el vapor como energía y tracción no muscular. Ese hecho dio una enorme dimensión al desarrollo productivo.

De ahí que el siguiente Siglo XVIII se convierte en el de los “Ilustrados” en el pensamiento y las artes. También da otro sentido al comportamiento de las metrópolis europeas frente a las colonias americanas y a estas más tejido social para formar, en cada una, la Nación.

Los colonos e hijos de ellos, convertidos en “criollos”, pasaron a liderar sus naciones para convertirlas en Estado-Nación. A partir de ese momento debían buscar su autonomía; para ser preciso, proclamar independencia y la república soberana. Para llegar a ser República debían tener como sociedad, como población, el tejido social creado con su propia fortaleza económica, cultural y de arraigo que los nucleara como Estado-Nación. Y como ese proceso no era espontáneo, los “criollos” pasaron a liderarlo constituyéndose en los patriotas que hoy emulamos. Sin embargo, la obra de esos patriotas fundadores de la nacionalidad quedó incompleta. Ellos proclamaron la independencia y el Estado soberano, pero lo que en América aún se construye es el Estado donde el progreso predomine en medio de un régimen democrático.

En dos siglos hemos tenido fugaces gobiernos democráticos, como ha anotado Leonel Fernández; tratando de lograr progreso económico en libertad; más frecuentes, gobiernos de fuerza reteniendo el poder político para adueñarse del progreso.

Esas características parecen propias de Latinoamérica, por falta de desarrollo económico. Pero ahora Trump, en EE-UU, quiere posponer las elecciones porque sabe que va a perder. Lo de EE-UU hace pensar que los asesinatos a sus presidentes no fueron hechos aislados, sino crueles golpes de estado. Pero también, que no basta tener desarrollo económico para lograr democracia, se requiere tejido social que sustente el Estado.

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