En una campaña electoral mucho menos movida que las anteriores, la realización de debates públicos entre candidatos ha hecho la diferencia. Se puede decir que hasta el momento, ha sido lo más positivo del proceso. Es posible que, al final, cuando se pase balance a las elecciones, sea este hito lo que más se recuerde y se resalte, por encima de los aspectos negativos que hasta ahora se han dado en el proceso, que por cierto, no son nuevos y forman parte de una cultura política de mucho tiempo que claramente debe mejorar. Y propiciar los debates es un buen paso en esa dirección.

Lo que nunca se ha hecho

La frase forma parte del eslogan de campaña de Danilo Medina, pero es aplicable a Luis Abinader a propósito de su decisión de participar en el debate entre candidatos presidenciales organizado por la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE). Al ser presidente en ejercicio, candidato a la reelección, y ostentar el primer lugar en las encuestas, no se esperaba que se expusiera a un debate. Sin embargo, decidió acudir. Eso marca un precedente y compromete, desde ya, a cualquier candidato que en el futuro esté en una situación similar a la que se encuentra el mandatario.

El año de los debates

El debate electoral ha sido la marca de este proceso, porque no solo fue ANJE, sino que se han dado otros intercambios como los que auspició el Codess y el debate de los emergentes del Grupo Panorama. También se han realizado debates entre candidatos locales auspiciados por entidades y medios de comunicación del interior del país. La cultura del debate se va imponiendo poco a poco, aunque se hayan dado algunos incidentes, como el de los dos candidatos que casi se van a los puños en la provincia Independencia y el candidato de Pedernales que se quedó “debatiendo” solo porque su contrincante nunca apareció.

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