Cuando Luis Abinader presentó su campaña presidencial “El Cambio Va”, algunos preguntaron cómo iba el joven dirigente político y economista a materializar las transformaciones que ni siquiera iniciaron presidentes que estuvieron varios períodos en el poder.
Ni Joaquín Balaguer con 22 años en la Presidencia; Leonel Fernández, con 12; y Danilo Medina, con 8, fueron capaces de redireccionar al país por sendas de desarrollo y bienestar popular, aunque en los 42 años en que gobernaron, la iniciativa privada fue locomotora del crecimiento económico, y a que heredaron enormes capitales del trujillato convertidos en propiedad estatal.

No resolvieron una sola de las carencias estructurales que han impedido a la mayoría de los dominicanos disfrutar elementales avances alcanzados en otros países vía el desarrollo de la educación, las ciencias y las tecnologías.

Todo lo contrario, la deuda social dominicana se agigantó en esos años que debieron servir a la transición a una democracia moderna y al inicio de un proceso de desarrollo integral, incluyendo el esencial aspecto institucional.

Llegado a la Presidencia en 2020, Luis se encontró con que debía encarar las viejas necesidades de agua potable; el mismo sistema eléctrico deficiente; escolaridad entre las peores del mundo; sistemas de salud y seguridad social disfuncionales.

Sus antecesores no dieron un apoyo sostenido a las fuerzas productivas, por lo que se mantuvieron altas tasas de desempleo.
Inseguridad ciudadana, tránsito vehicular convertido en problema sanitario, el pueblo sumido en la pobreza y el atraso y, como telón de fondo, un profundo déficit institucional que en los hechos encubría el escamoteo subrepticio y el desguace abierto del erario por políticos y sus familiares y allegados, llegaron a formar parte del paisaje.

Llegó a tales niveles el desorden desde arriba dejado correr, que mucha gente perdió la fe en el país, prevaleciendo un sálvese quien pueda y el afán por migrar a donde se pudiera.

Solo un mesías político, advertían a Luis, podía desplazar del poder a un PLD en control de todos los resortes del poder, y encima de eso presentarse como un presidente capaz de emprender las transformaciones urgidas por el país en prácticamente todos los aspectos.

Los datos de la realidad registran el fracaso de los presidentes que no lograron cambiar un estado de cosas que orillaba al país a la ingobernabilidad y la violencia social.

En lo que llega ese mesías político, respondía Luis, estoy dispuesto a empezar a cambiar la historia.

Cuando caminamos al primer año de gestión del gobierno de Abinader y el PRM y aliados, ya los cambios cuajan a la vista de todos, como subrayaremos más adelante.

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