“Nos llega el tedio cuando no sabemos a qué aguardamos. Que lo sepamos o creamos saber, no es casi nunca sino la expresión de nuestra superficialidad o de nuestra desorientación.
El tedio es el umbral de grandes hechos”.

Walter Benjamin

La idea de la crisis terminal de los regímenes políticos post dictaduras en Nuestra América ya está en las portadas de los períodicos, de hecho sólo pueden negarla quienes creen que superada la crisis estaremos en las puertas del paraiso. También osan negarla quienes se instalan en una imaginaria moderación sin darse cuenta de que en realidad están ya ubicados en el extremo más lejano del que pretenden huir. Ése es el drama de algunos izquierdistas y del liberal progresismo: se han convertido en voceros del Vargas Llosa que les regaló un buen motivo para no romper con la lógica neoliberal: “cuestionar el capitalismo sería como cuestionar la ley de la gravedad”.

Ya no es sólo el parlamento panameño el que aprueba contratos lesivos a los intereses de los pueblos a una velocidad inusitada. El Salvador tiene a su primera mujer presidenta, la ex contable de las empresas familiares de Bukele.

El reciente triunfo de Milei en Argentina demuestra esta hipótesis y deja en evidencia que la relación entre la élite y la ciudadanía es al decir de Inerarity una “caja negra” en la que con seguridad sobreviven utopías, proyectos pendientes y también los nuevos paradigmas imperiales como la transparencia o la anticorrupción.

Para hablar de Argentina es imporante empezar recordando aquellas calles llenas alrededor de la demanda “que se vayan todos” que culminó con la renuncia del presidente de la Rua en diciembre 2001. Lo menciono aquí porque este recordatorio puede ayudarnos a mirar el futuro. La entonces Ministra del Trabajo Patricia Bullrich propuso el «Decreto de Necesidad y Urgencia» que rebajó un 13% las jubilaciones y los salarios de la administración pública y de los profesores lo que aumentó la fuerza de los “piqueteros”. Es evidente que un régimen político en el que la muchedumbre saca presidentes no es sustentable como tampoco es sustentable un régimen político con presidentes y ministros capaces de tomar ese tipo de medidas, aunque hayan sido elegidos mediante los métodos conocidos como democráticos.

La inviabilidad de los regímenes políticos post dictaduras también ha quedado en evidencia en Panamá donde luego de un mes de protestas callejeras y cierres de carreteras la Corte Suprema ha declarado inscontitucional la ley que entregaba por 40 años a la empresa Panamá Mineral la explotación de la mina de cobre a cielo abierto más grande de centroamérica.

El poder legislativo, puesto ahí por “elección popular”, aprobó la ley declarada inconstitucional y el presidente de la república también elegido democráticamente promulgó la ley con una rapidez que sorprendió al pueblo panameño. El pueblo se lanzó la calle y triunfó en su lucha en defensa de sus recursos naturales, de su dignidad y de su soberanía luego de muchos días y muchas noches de vigilia ante la Corte Suprema reunida. La inconstitucionalidad de la Ley 406 seguramente provocará demandas ante tribunales internacionales con condiciones tan lesivas como las establecidad en el TPP 11 que deja a las leyes y tribunales de los países pobres casi como decoración en un escenario internacional determinado por “el fin de los estados nacionales”. Claro que Panamá -que sabe de esto por tratados abusivos y hasta invasiones- también quiere con estas masivas protestas desmentir tal pretensión.

Resulta también evidente que no es sustentable un régimen político en el que la muchedumbre obliga a jueces a anular leyes ofensivas a los intereses nacionales aunque hayan sido dictadas mediante los métodos celebrados como democráticos. En algunos de nuestros países a la vuelta de la esquina y en otros un chin más allá, se ve venir que nos tocará a todos, a todos los americanos impedir represalias, abusos y sanciones como las mencionadas.

Ante tan claras evidencias, hay que comenzar a pensar en el futuro, a pesar de fracasos estrepitosos y tristes como los de Chile donde un político aseguraba que ”pensar en cambios constitucionales era fumar opio”. Bastó que millones de chilenos y chilenas salieran a la calle buscando dignidad para que esos mismos políticos ofrecieran cambios constitucionales que fueron incapaces de defender. Pero precisamente allí hay una veta que deberemos explorar si queremos comenzar a dibujar el régimen político post neoliberal que acabe con el poder de unas élites que cuando de defender sus intereses se trata, reniegan incluso de sus pretendidas vocaciones democráticas.

La estabilidad política y la gobernabilidad en Nuestra América depende de movimientos sociales y partidos políticos capaces de leer los problemas de hoy buscando superarlos, generando nuevas formas de relación entre los componentes del sistema político. Por ejemplo, vale preguntarse por qué el único país latinoamericano en donde existe referendum revocatorio es Venezuela.

Es perfectamente posible que no se compartan nuestras preocupaciones. También es probable que cuando propongamos formas de responder a lo que ocurre, muchas diferencias aumenten, pero en lo que estaremos de acuerdo es en que la situación como que ya no aguanta. Veamos: en unos días en Chile estamos convocados a votar por una oferta constitucional de la élite parlamentaria y, como ya lo señalé en un artículo anterior, es evidente que la izquierda ya no atina. En Argentina se anuncian paros generales de la CGT, paros de los maestros, paros de camioneros, piquetes del polo obrero, bloqueos de leyes en el Congreso, paro de pilotos de Aerolíneas Argentinas y no pierdan de vista que todos los actores de este proceso votaron hace unos días. En El Salvador la constitución tuvo la misma suerte que en Nicaragua, eso sí, con distinta prensa. En Perú ya la comunidad internacional se rindió ante la señora Boluarte y pretenden liberar a Fujimori. En Ecuador el recién elegido presidente juvenil ya despachó a su compañera de fórmula enviándola a Israel a luchar por la paz y el ex presidente Lasso -que llamó a elecciones anticipadas para que no lo juzgaran- será sometido a juicio político. En Guatemala, ya se sabe, no hay elección que valga si pierden los que perdieron. El bloqueo a Cuba, verdadero baldón de la humanidad, sigue vigente y sus apoyos se reducen a los únicos dos votos favorables que tiene en las Naciones Unidas: EE.UU. e Israel.

Entonces, los desafíos no son menores y hay que enfrentarlos con nuevas modalidades de política que extrañamente no conducirán al poder del Estado inmediatamente. Se viene un tiempo de acumulación de fuerzas sociales y políticas, de construcción ideológica y de cultura humanista. En fin se vienen para la izquierda tareas tremendamente exigentes, mucho más difíciles que ser candidato o candidata.

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