En las últimas semanas he reflexionando sobre el éxito. Una de las primeras interrogantes ha sido: ¿Por qué el éxito despierta rechazo, envidia, resquemor, cuestionamientos… al mismo tiempo que muchos aplauden, reconocen y desean imitar, seguir…?
Como la vieja edición del diccionario de la Real Academia no me llenaba. Pedí ayuda a Google y entré a la versión actual de la Real Academia y me acercó a mis reflexiones: 1. Resultado feliz de un negocio, etc.; 2. Buena aceptación que tiene alguien o algo; 3. Fin o terminación de un negocio o asunto.

¿Dónde me encontré? Con: “Buena aceptación que tiene alguien o algo”. Del baúl de los recuerdos saqué una charla en la que hablé sobre el éxito de un político que durante más de 25 años había liderado y manejado su región. Esa noche pregunté a los presentes qué es el éxito: ¿Acaso son las obras físicas, el dinero ganado, las victorias electorales, llegar a la meta con trampas, las conquistas amorosas, los aplausos ocasionales…?

No quería hablar esa noche, pero Luis José Chávez, mi amigo-hermano de más de 40 años, me convenció con una frase simple, pero comprometedora: ve, habla y di lo que piensas y te dictan tus principios. Me aseguró que siendo fiel a ese pensamiento, quedaría bien. Fui a hablar del éxito. Entusiasmado por el empujón de Luis Jose, me aferré al concepto de la Real Academia: “Buena aceptación que tiene alguien o algo”. Pero lo enriquecí con contenidos más filosóficos y éticos: la buena aceptación que perdura en el tiempo por el reconocimiento a los aportes económicos, sociales, culturales, los aportes al crecimiento y enriquecimiento de la sociedad. No la riqueza económica personal.

Son los hechos trascedentes, los aportes al enriquecimiento de la sociedad, no de la persona, el éxito que perdura. ¿Cuántos miembros de los comités políticos del PLD, PRD y el PRSC, son recordados hoy, como personas de éxito? Piense y haga cuentas. José Peña Gomez, no tenía una sola gran obra material, tampoco fortuna económica. Dejó una herencia social: la incansable lucha por la democracia. Estas ideas me asaltaron con una carta que recibí de mi amigo Simón Suárez, hace varias semanas, que relata un poco de la historia de Punta Cana:

“Cuando un grupo de emprendedores, con don Frank Rainieri a la cabeza, arrancaron 50 años atrás, con la confianza en el futuro y un sueño por delante, solo había un hotel… en Punta Cana. Fue una lucha cuesta arriba: se perdió dinero durante los primeros diez años; luego, durante diez más se reinvirtió casi la totalidad de lo ganado. No contamos con privilegios o financiamiento del Estado. Hoy estamos en el destino más importante del Caribe insular, generador del 75% de las divisas turísticas y una marca país que los dominicanos pueden pregonar con orgullo… ¡Punta Cana!

El Grupo Puntacana ha participado en casi todos los proyectos de apoyo a la región… En 1998, conjuntamente con una empresa constructora relacionada, pagamos el anteproyecto de la autovía del Coral. Igualmente, sufragamos totalmente el diseño del bulevar turístico que enlaza Punta Cana con Macao y luego sigue a Miches… Mientras el Grupo Puntacana ponía corazón y bolsillo en esos empeños comunitarios, otros se beneficiaban de la venta de materiales y de un contrato por intermedio de la fatídica Odebrecht…

El éxito turístico de Punta Cana y lo que significa para la sociedad, lo reconocen muchos (algunas encuestas lo confirman). El Frank Rainieri visionario despierta mucha admiración, pero su éxito molesta a algunos empresarios y políticos que no saben competir.

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