En el país se le ha perdido el respeto al dinero: por un lado, bienes y servicios muy caros y, por otro lado, una gran dificultad para conseguirlos.

Aquí la vida es cara, o por lo menos mucho más que en otros lugares del continente. Por ejemplo, una cena en un restaurante de clase media, de una familia compuesta por cinco miembros, una botella de vino incluida y postre, seguro superará los 15 mil pesos (unos 300 dólares). En otros países sería el equivalente a unos 150 dólares o menos.

Así también la ropa de diseñadores (de marca) y los calzados. Y ni pensemos en los vehículos de “alta gama”.

Y de los inmuebles ni hablar: no hay quien le “meta el pico”, diría el pueblo.

Y, aunque parezca una contradicción, se notan imponentes construcciones de torres en el Gran Santo Domingo, los restaurantes se llenan y los vehículos costosos no dejan de circular, en una carrera alocada hacia el lujo y el confort.

A todo esto, bienes y servicios en las nubes, el Estado responde con impuestos o con más impuestos. Pero da la sensación de que los carga a la clase media, que los de “arriba” tienen exenciones y los de “abajo” subvenciones. Y esto no es de ahora. Siempre ha sido así. Las multas de la Digesett, el cobro de los servicios de luz y de agua, el precio de la gasolina y lo que ello representa, por solo poner algunos ejemplos, los carga en sus espaldas, y les afecta sus bolsillos, la clase media. Los ricos no pagan o pagan poco, porque producen empleos, y a los más pobres se les asiste con bonos y tarjetas.

El dinero es cada vez más difícil de conseguir. Trabajar seriamente, con un pequeño negocio o ejercer una profesión liberal de manera digna, es poco más que imposible ascender socialmente.

Y los culpables, si se le podría imputar esto a alguien: la clase política y la oligarquía nacional que ha tenido influencias en el manejo de la “cosa pública” desde 1844 hasta hoy, salvo honrosas excepciones.

A los puestos de dirección de los partidos políticos y ni hablar de los puestos electivos, no llegan necesariamente los más aptos, los “teóricos”, sino los familiares y allegados de los jefes de esos partidos y los que, por sí mismos, tienen mucho dinero para invertir. Las “teorías, los principios” son vistos como “allante y movimiento”, y no pasan.

Y, demás está decir, que los que están dispuestos a invertir, no necesariamente es con dinero ganado con años de trabajo tenaz, tesonero y correcto. Claro, también hay de eso, pero quien gasta mucho dinero en política es, casi seguro, porque lo consiguió de forma fácil. Luego debe recuperarlo desde el Estado. El pobre Estado dominicano.

Y, por otro lado, la denominada “oligarquía nacional”: años trabajando (aunque siempre recibiendo beneficios del Estado), invirtiendo en los partidos, para “cubrirse” con los que lleguen y, para colmo de males ahora, al ver que algunos políticos en poco tiempo reúnen el dinero que a ellos les costó décadas o hasta siglos, quieren directamente el poder.
¡´Tamo feos pa´ la foto!

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