Vaya de cacería a las selvas del África Central, y estará metido en una peligrosa aventura. Póngase a nadar en el mar Caribe y en cualquier momento estará rodeado de unas aletas muy conocidas en todas estas islas tiburonescas. Vaya a la Casa Blanca, Washington, D.C., e intente lanzar una piedra hacia el principal despacho, y ya verá lo que le pasa… Pero ninguna de esas y muchas otras osadías son más riesgosas que manejar en las calles y avenidas de Santo Domingo en horas pico (todas las horas), que son las preferidas por los peores enemigos de la humanidad: los motoristas…(Si lo intenta le deseo mucha suerte).

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