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Quizás este artículo, que escribo a poco más de diez meses del montaje de las elecciones presidenciales, sea extemporáneo, pero también podríamos justificarlo porque puede servir para ponerle “un especial sazón” al ya caldeado panorama electoral dominicano.

Debemos aceptar que en la cultura política de nuestro país el debate (público) entre aspirantes a la Presidencia de la República es inexistente.

Aunque sí los candidatos a la jefatura del Estado emiten declaraciones y dan a conocer sus propuestas electorales, pero no se observan discusiones frontales -cara a cara, por ejemplo en la televisión- con miras a llevar creíbles propuestas que puedan convencer a las masas votantes.

Según lo que se anida en mi memoria, por los predios locales se han registrado dos trascendentes debates políticos los cuales, según lo que registra nuestra historia, tuvieron amplia atención de la gente dominicana.

En el debate entraron como protagonistas el cura Marcial Silva y al profesor Juan Bosch quien a la sazón era el candidato presidencial para las elecciones del 20 de diciembre de 1962 por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

Y el segundo debate sus protagonistas fueron Hatuey De Camps, aguerrido dirigente del PRD, y el prestigioso abogado (y político) Marino Vinicio -Vincho-Castillo.

Informes reportados por la prensa nacional nos dicen que “el padre Marcial Silva -en su agria polémica pública con el líder perredeísta y que por televisión tuvo como moderador al veterano periodista y jurista Salvador Pittaluga Nivar- llegó a pedirles a los militares que salvaran al país del comunismo representado por Bosch”.

Detalle clave: ¿Para qué sirven los debates presidenciales? La respuesta ya ha sido ofrecida por connotados analistas de la política continental.

Esos mismos analistas, que en estos tiempos son sindicados como politólogos, certifican que “los debates presidenciales constituyen un marco democrático para proveer información a los electores y mostrar las diferencias políticas entre los candidatos. En muchos países se convirtieron en un rito de la democracia”.

El mejor referente sobre los debates entre candidatos presidenciales, y que debe ser emulado por la dirigencia política de República Dominicana, está asentado en Estados Unidos.

En otros países de América Latina los debates entre aspirantes a la Presidencia constituyen una democrática manera de exponer sus ideas políticas.

Es una vieja tradición en EE.UU. que aspirantes a la jefatura del Estado protagonicen debates que son moderados por cadenas noticiosas.

Incluso, a esos debates son invitadas personas de diferentes simpatías políticas de la sociedad estadounidense y hasta se les permite formular preguntas.
Continuará….

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