Más de 400,000 estudiantes afectados, 143 muertos y dos millones de damnificados son el saldo inmediato de las inundaciones que recientemente vivió el estado de Rio Grande Do Sul, al sur de Brasil. La zona, fronteriza con Uruguay y Argentina, tiende a tener fuertes temporadas de lluvia, sin embargo, nunca antes habían tenido fenómenos tan catastróficos como este.

Por darle una dimensión, se estima que los daños generados por estas lluvias superan los causados por el huracán Katrina en 2005 en los Estados Unidos. En términos económicos, se proyecta que la economía de este Estado, que tiene una población de 11 millones de habitantes, se contraerá en un dos por ciento. A la vez, las inundaciones golpearon directamente al 94.3 por ciento de toda la actividad económica de Rio Grande Do Sul y se estiman pérdidas superiores a los US$1.732 millones.

Si se toma en cuenta que, en términos poblacionales, Rio Grande Do Sul es similar a la República Dominicana y que nuestro país se encuentra en un riesgo climático alto, por su ubicación, es razonable tomar este desastre como referente. Solo el huracán Fiona, en 2022, causó pérdidas económicas estimadas en 381.74 millones de dólares, con dos días de incidencia lluviosa en el país; mientras que las lluvias de noviembre del año pasado superaron los 8000 millones de pesos, más de 136 millones de dólares, sin contar daños en obras públicas.

Rio Grande Do Sul es un Estado dentro de un país federalista. Significa que, tiene cierto grado de autonomía en su sistema económico, por lo que a nivel país, el golpe se dispersa con parte de la respuesta país que se obtenga. En nuestro caso, las pérdidas de las zonas afectadas se reflejan por completo en la economía nacional, a causa de nuestro modelo de organización política.

Ahora bien, el punto de esta comparación tiene que ver con lo que implican los desastres climáticos para nuestro país. Solo en este mes de mayo hemos visto un incremento en las lluvias, en comparación con años anteriores. Ya hay anunciada una posible vaguada para los próximos días y la temporada ciclónica todavía no ha iniciado, lo que significa que se extremarán los riesgos.

En consecuencia, es urgente que se adopten medidas extremas de prevención de daños por fenómenos hidroatmosféricos. Tenemos datos suficientes para conocer la magnitud de estos golpes en el país.

Como señalan las estadísticas del Banco Central, cada huracán o tormenta, supone un tiempo de recuperación económica de 15 meses. Por matemática simple, si yo tardo un año y tres meses en recuperarme de un golpe como Fiona y antes de los 10 meses recibo otro igual, es lógico pensar que recibiré daño sobre lo dañado.

En este punto, nuestro caso es como el de un enfermo que en medio de la convalecencia tiene que ingresar de urgencia al médico por otra herida. La diferencia en el caso de la situación climática es que, ya sabemos que el impacto será mayor conforme avance el tiempo. Ya contamos con acceso a fondos verdes para iniciativas públicas y privadas que permitan mejorar la capacidad de respuesta y tenemos acceso a la data necesaria para planificar a largo plazo.

Ya se habla de que para el 2030 los costos asociados a choques climáticos superarán el cuatro por ciento del PIB dominicano. Es decir, arreglar los daños causados por huracanes, lluvias y otros fenómenos nos saldrán más caros que lo que se invierte en educación o salud en nuestro país.

Acabamos de pasar por un proceso electoral en el que las autoridades del país cuentan con todos los medios a su alcance para consensuar decisiones efectivas. El Congreso Nacional y el Poder Ejecutivo comparten partido y visión política, en consecuencia, tienen en sus manos la posibilidad de echar a andar el proyecto de ley de agua, detenido desde hace tiempo. Pueden impulsar los mecanismos de incentivo a las inversiones verdes, construcciones sostenibles y reforzamiento de la capacidad de planificación, respuesta, gestión de riesgo y mitigación de daños climáticos.

La República Dominicana tiene tanto riesgo de choques climáticos como Rio Grande Do Sul. Pero a diferencia de esa comunidad, un golpe de ese tamaño podría causar un retroceso económico y social sin precedentes.

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