Los fieros enemigos de José Francisco Peña Gómez -sin dar tregua- lanzaron sus más venenosos dardos para frenar el liderazgo del fogoso dirigente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
La década del 70, en pleno criminal gobierno de Joaquín Balaguer, fue terrible. Era la época en la que Peña Gómez, sin importar que su vida corriera peligro, se entregó a tiempo completo a la lucha con miras a liberar al pueblo y a que la democracia no desfalleciera.

Mientras que sus adversarios, adlátares del rancio balaguerismo, no descansaban en exponer -aunque sin tener receptividad y mucho menos credibilidad en las masas populares- sus encendidas exposiciones fútiles que buscaban consolidar al odioso régimen de los fatídicos 12 años que, como lo preciso en la cuarta entrega, terminó en el democrático mes de agosto de 1978 con el ascenso al Palacio Nacional de Antonio Guzmán.

Recuerdo con nostalgia, dentro de la represión, crímenes de Estado, masivos apresamientos y deportaciones de dirigentes de organizaciones democráticas y de la izquierda revolucionaria, el poema escrito por Peña Gómez y que él mismo recitaba con su vozarrón de locutor profesional.

Me refiero al poema intitulado “Lloran las Viejas Campanas de los Templos Coloniales”. ¡Historia viva que deben conocer las nuevas generaciones políticas dominicanas!

En ese poema resalta las muertes de jóvenes dirigentes opositores, que fueron asesinados por entregarse (con valor patriótico y espartano) a la mejor causa política en busca de que definitivamente República Dominicana se liberara de un régimen despótico, con un poder omnímodo, y respirara una verdadera democracia.

Durante la campaña de su candidatura a la sindicatura de Distrito Nacional, para las elecciones de medio término (mayo de 1998), ya la salud de Peña Gómez estaba deteriorada.

Las encuestas lo señalaban como “seguro ganador”. Es decir, repetiría como síndico de la capital…!pero el cáncer ya le tenía reservada su muerte!

Apenas seis días antes de la consulta electoral para las votaciones de síndicos, senadores, diputados y regidores, la muerte (avisada) se llevó al principal dirigente del PRD.

El histórico gran paradigma de la democracia continental, tras su sentido fallecimiento, fue despedido por una ruidosa multitud que expertos calificaron como la más grandiosa recordación post-muerte a una figura pública de República Dominicana.

Con la muerte de Peña Gómez, el camino estaba allanado para que el artista Johnny Ventura fuera seleccionado para suceder al líder perredeísta en la candidatura a síndico del Distrito Nacional. El popular merenguero salió airoso -en forma arrolladora- en las elecciones congresuales y municipales.

Continuará.

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