Si existe un gremio que no tiene límites en sus reclamos es el de los maestros. Sus reclamos no siempre han sido infundados. Por mucho tiempo un maestro fue tan mal pagado que muchos de los que cursaban la carrera de magisterio lo hacían porque no eran aceptados para otras profesiones por sus escasas calificaciones.
Con el cuatro por ciento del PIB para la educación era lógico que esos salarios fuesen mejorados y con salarios adecuados, también la calificación del maestro.
Ocurrió lo primero, pero desgraciadamente el exigir profesores bien preparados encontró la oposición del gremio. Fue un grito a lo entren todos, no importaba la calidad del maestro, el extremo fue que frente a maestros que acosaban alumnas sexualmente también el gremio salió a defender al agresor y no a la víctima.
Los que con tanta vehemencia reclamaron por todas las calles del país el famoso por ciento no mantuvieron la misma vehemencia para reclamar la calidad.
Las huelgas, las reuniones de cooperativa, decidir cuándo se cierran o se abren las clases, si eran presenciales o virtuales, dejó de ser una prerrogativa del ministerio para pasar a ser decidido medalaganariamente por un gremio político e insensato.
Hago siempre una aclaración y es que no todos los miembros de la ADP son iguales, tampoco podemos catalogar a todos los maestros de la misma forma. Los hay preparados, abnegados, que soportan con estoicismo las impertinencias de alumnos y padres.
Inés Aizpún decía: “La impotencia de la sociedad ante el deterioro de la educación ya está normalizada. La mala educación mueve cada vez a menos personas y si ahora se saliera a la calle, no sería con sombrillas amarillas.
Esto es tan grave que incluso muchos medios de comunicación, muy buenos, tienden a justificar las inconductas del gremio “porque siempre ha sido así”.
Las redes son un fiel testigo de lo crítico de nuestra educación, las faltas ortográficas llegan a un nivel tal que incluso aquellos que se las dan de grandes tuiteros escriben que muchas veces hay que adivinar lo que quieren decir.
Mientras, se expande más la brecha entre los que pueden ir a un colegio privado y los que no tienen más remedio que asistir a la escuela pública. Los bajos salarios son también un reflejo del escaso nivel académico de muchos dominicanos.
Hace unos días conversaba con un importante dirigente político sobre educación y le decía que era necesario un acuerdo con el Gobierno y los partidos políticos para convertirse en una urgencia, ya no de recursos, que les sobran, sino en una sola política que exija al gremio la calidad que por años no ha tenido nuestra educación y que es imposible esperar más.
En esta semana, el presidente Luis Abinader hizo un llamado en este sentido de que el tema de la educación hay que despolitizarlo. Esto rápidamente fue apoyado por el Conep y eso deben hacer las iglesias y todos los sectores a los que nos preocupa el rumbo de la educación.
La sociedad dominicana no puede aceptar que con todo el dinero que se ha malgastado en este sector, los aumentos de sueldos sean la única preocupación del sindicato, es ordeñar más la vaca.
El que no trabaja no cobra, servicios esenciales no pueden estar sometidos a huelgas y los primeros que deberían estar reclamando son los padres que parecen conformarse con una merienda y comida, pero que no será la respuesta para hijos que tengan niveles de vida como deben y tienen que ser.
Todos los directores y maestros tienen que entrar por procesos de concursos, y que se elija la calidad, no el color.
La idea de traer maestros de otros países para entrenar maestros la ha mencionado Educa hasta el cansancio, pero la ADP prefiere seguir graduando analfabetos que no merecerán en el mejor de los casos un salario mínimo.
Hemos seguido con atención las declaraciones del Ministro de Educación, confieso que hacía mucho no escuchaba declaraciones coherentes de parte del responsable de la cartera.
Posiblemente, no será con sombrillas amarillas, debe ser algo más serio, involucrémonos todos a ver si por fin salimos de que nos gobierne un grupo sin el mayor sentido de nación.