La inflación global que nos afecta proyecta nubarrones sobre todo el Planeta, vaticinan los expertos, debido a que los ajustes para remediar las alzas mundiales de precios y las escaseces provocadas por las restricciones a la producción y el comercio amenazan con vientos de recesión mundial.

Ese panorama ya empieza a producir situaciones de ingobernabilidad en diferentes países. Aquí el impacto del aumento de precios de los combustibles y de algunas materias primas y fertilizantes, no llega totalmente a los consumidores porque asumiendo grandes sacrificios fiscales, aquí son subsidiadas por el gobierno con programas de asistencia social a los estratos más pobres y absorbiendo buena parte de las alzas de precios de los combustibles.

Esa situación coincide con el destape de un descomunal caso de corrupción administrativa, gubernamental, ocurrida aquí en el pasado reciente que, al decir del editorial de uno de nuestros principales diarios, “ha estremecido al país”.

Los escándalos de corrupción que se investigan llegan como colofón a prácticas mantenidas en la mayoría de los gobiernos.

El ministerio Público ha asumido su rol de defensor de la sociedad, en un cambio fundamental en nuestro sistema judicial, iniciado cuando el presidente Luis Abinader juramentó a las magistradas Miriam Germán Brito y Yeni Berenice Reinoso como procuradoras General y Adjunta de la República.

César Pérez ha escrito que “no es casual, para que esto se produjera al frente del MP debían estar profesionales con temple suficiente para ser independientes e incorruptibles, el Presidente las puso y el resultado ha sido que ese Ministerio ha actuado contra personajes antes intocables. Lo nunca visto”.

El COVID-19 y sus secuelas, la inflación y la amenaza de recesión, así como la urgente necesidad de seguir fortaleciendo la institucionalidad frente a la corrupción y la impunidad, plantean un serio cuadro de dificultades para el país, es verdad.

Pero entidades ajenas a los intereses políticos nacionales, como la OMS, el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Turismo, gobiernos del Continente y otros atestiguan asombrados los éxitos de las autoridades y el empresariado dominicanos para asumir airosos los desafíos que se presentan y nos dicen que estamos en oportunidad de avanzar.

La disposición de las autoridades a no cruzarse de brazos ante los problemas, empezando por el presidente Abinader, la persistente pujanza de nuestra iniciativa privada y el despertar de sectores de opinión que empiezan a advertir que el país no puede seguir por donde iba, constituyen una clara oportunidad para que sigamos profundizando y ampliando los cambios a los que asistimos.

La alternativa es clara: ampliar y fortalecer los cambios, o caer en el default de la ingobernabilidad de otros países, y que aquí irresponsablemente azuzan algunos, lo que acarrearía serias amenazas a nuestra democracia.

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