Una de las primeras manifestaciones occidentales de la democracia, como régimen político de gobierno, se dan con las denominadas “normas o leyes de Solón”, que procuraban equilibrar un régimen político oligárquico, con ciertas aperturas o derechos para los gobernados. Obviamente, esas “concesiones o aperturas” que incluían condonar deudas de los campesinos y una reforma en la tenencia de la tierra, no se obtuvo de gratis ni caída del cielo, sino que fue la combinación de presiones nacidas en esta clase social que reclamaba más derechos e igualdad, la necesidad de la clase gobernante de mantener el estado de cosas cediendo algo de poder, así como la imperiosa necesidad de tener a estos campesinos como parte del ejército, y los necesitaban listos y prestos a defender a la nación, en una época de constantes guerras de expansión.

Estas influencias iniciales, unos 600 años antes de Cristo, aproximadamente, son ampliadas luego en el denominado “Siglo de Pericles”, siglo V a. de C. Una época de avances en Atenas tanto en el ámbito material, con importantes construcciones, como el Partenón; así como en lo relativo a las artes, fue la época de Fidias; de la filosofía, época de Sócrates y los Sofistas; además, de avances en el sistema de gobernanza y de derechos, con la democracia. Claro, una democracia distinta a como la conocemos hoy, pues Grecia era una democracia esclavista y no todos los habitantes de la polis tenían el derecho a participar en el manejo de “la cosa pública”. Pero, sin dudas, son avances importantes, y esa democracia que era ejercida de manera directa en el ágora, contiene elementos a tomar en cuenta en la discusión moderna sobre democracia “participativa”.

Hasta aquí, dos aspectos importantes: primero, la democracia fue una obligación práctica impuesta a la clase gobernante, quien se ve obligada a ceder, pero que luego se adapta y hace suyas las propuestas de apertura para mantener el “status quo”; y, segundo, nada se logra sin lucha y presión, aunque los logros sean luego tomados por los gobernantes, lo que enseña aspectos históricos a corregir.

Esta democracia griega directa, y con el tema de la igualdad y de la participación posible en el gobierno de los ciudadanos sería criticada por Platón, quien tenía un concepto elitista del gobierno y consideraba el inmovilismo como propio de la sociedad, según el cual las personas estaban destinadas por nacimiento a pertenecer a una de las tres grandes clases en las que divide, en su texto La República, a la sociedad: En la parte más baja de la escala social los “trabajadores-productores”, encargados de la parte económica, de la producción de bienes y servicios, dotados de la “virtud de la templanza”; Los “guardianes-guerreros”, encargados de la seguridad, la defensa militar y de mantener el orden en la polis, dotados de la “virtud del valor”; y, en la parte más alta, los “filósofos-reyes” o “filósofos-gobernantes”, en cargados de los asuntos de Estado, de gobernar, pues están dotados de la “virtud de la inteligencia”.

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