Es innegable la ola antiinmigrante que desde hace más de una década se expresa en toda Europa con énfasis en la que proviene de África y los países latinoamericanos. Sin embargo, la que ha puesto al desnudo con más crudeza y dramatismo el fenómeno en nuestro hemisferio, es la ola de inmigrantes -ciudadanos haitianos- echados de Chile, Perú y Brasil (rechazo social, abuso laboral y discriminación) o en caravana desde Centroamérica hasta México que ha sido, y hay que subrayarlo, el más solidario en el trato gubernamental aunque en el plano de organizaciones de acogida de migrantes -ONG- no se ha visto la tradicional complacencia con que reciben a centroamericanos y sudamericanos.

Las escenas “horrorosas” y “atroces” en la frontera mexicoamericana, bien podrían recrear los tiempos del Viejo Oeste con agentes a caballo y cordón -lazos- para detener una ola humana cuyo grito de hambre y búsqueda de mejor vida llega tenue a la ONU-OEA y demás gendarmería internacional; igual a los paladines de los derechos humanos -agencias supranacionales- e intelectuales (Mario Vargas Llosa, etcétera)- que, en el caso de República Dominicana, con más de un millón de nacionales haitianos lleva la carga más pesada y solidaria; y encima, la recurrente campaña de descrédito internacional de país: “Apartheid del Caribe”. ¡Falaz mentira!

Doble rasero racista-migratorio que por décadas había permanecido oculto hasta que los haitianos, desbordados por el hambre, un Estado “fallido” -al menos para la gran mayoría-, crisis sociopolítica-sanitaria, violencia -expulsión-migratoria-estructural-, crisis alimentaria-humanitaria y el fenómeno de las pandillas -mancuerna paramilitar-mercenarios-, los ha obligado a desparramarse por todo el hemisferio exponiendo al mundo el colapso sociohistórico-humanitario de la primera revolución de negros esclavos contra el colonialismo francés (1791-1804).

Y nos preguntamos: ¿dónde están esas voces altisonantes cuando se trata de condenar-denunciar a la República Dominicana (dizque “racismo-estructural”), defensoras de los derechos humanos?
Ese silencio tiene razones: el doble rasero moral-migratorio y la subvención o “situado”-financiero que reciben algunas ONG, periodistas e intelectuales; recursos de países que alientan y sostienen ciertas agendas supranacionales en afán de borrar fronteras, soberanía y legislaciones nacionales cuando se trata de países subdesarrollados.

Por supuesto, hay que valorar el pronunciamiento del presidente Joe Biden -condenando esas escenas “horrorosas” de lazos-“cordón” (Texas)-; pero, sobre todo, el ejemplo solidario de México, con hechos: “México no tiene inconveniente en que puedan estar en nuestro país, siempre y cuando respeten las leyes de México”; pero su preferencia, la de los haitianos y la del corredor centroamericano, sabemos, es Estados Unidos que, en ejercicio de su soberanía, los está repatriando.

¿Qué dirá Vargas Llosa y cuántos propondrá que asuma su país de origen -Perú- o su patria adoptiva -España-? Anímese…

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