Los ayuntamientos y las juntas distritales tienen la sagrada misión de velar por los intereses de sus respectivas comunidades, tanto en los aspectos de las disposiciones legales nacionales y locales, sino también con el cumplimiento de la higiene, ornato y desarrabalización.
Sin embargo, con el paso del tiempo, es notorio que muchos funcionarios electos para cumplir estas obligaciones, dedican su tiempo, recursos y espacios, a la ejecución de acciones que catapulten su imagen de político y no de mandatario.

A raíz del Covid-19, la capacidad de comprensión de este compromiso se ha puesto de manifiesto y por esa razón, no han comprendido que la limpieza de calles y avenidas, la recogida de la basura, la limpieza de imbornales y otras medidas, son un componente de salud que ayuda a preservar la vida de sus
munícipes.

Si damos una vueltita por los cabildos de Santo Domingo, sobre todo, Santo Domingo Oeste, el Distrito Nacional y otros del entorno, veremos cómo abunda la basura, los desechos sólidos y, en unas que otras calles, los talleres de reparación, camiones y otros vehículos chatarras tapando las calles, sin que la autoridad municipal intervenga.

Sabemos que no es su única competencia, pero ayudaría mucho en este tiempo de miedo y terror causados por la pandemia, si las autoridades contribuyeran incentivando a la gente o exigiendo a sus colaboradores que cumplan con su trabajo y limpien un poco sus entornos.

De esa forma, la gente paga con gusto los arbitrios y la salud de la población mejora en consonancia con las condiciones ambientales y de higiene que se obtengan con la contribución de las autoridades, porque por ello se eligen y para eso se les paga.

La presente gestión tiene poco tiempo, pero se trata de una práctica recurrente que debemos comenzar a erradicar o, en el mediano y largo plazo, la gestión de un síndico importará poco a la población. Comencemos ahora.

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