El pasado 15 de mayo tuvo lugar la convención de delegados del PRM que ratificó en la Presidencia a José Ignacio Paliza y Carolina Mejía en la secretaría general. Hasta ese día los únicos ruidos que se generaron sobre el proceso lo hicieron Guido Gómez Mazara y Ramón Alburquerque, quienes se han convertido en ácidos críticos del gobierno.
La convención sacó de la estructura directiva del PRM a Roberto Fulcar, quien fue escogido mediante el voto de la militancia primer vicepresidente en la reestructuración del 2018. Ahora fue sustituido por Milagros Ortiz Bosch en la convención de delegados.

El ministro de Educación además fue el jefe de campaña de Luis Abinader en las pasadas elecciones y su hermano, el diputado Julito Fulcar, es el vocero del bloque del PRM en la Cámara de Diputados.

El pasado domingo, el dirigente del PRM publicó una nota en sus redes sociales bajo el título: “Que jamás nos falle la memoria”, que puede ser interpretada como una crítica a la decisión de negar la participación de la militancia.

“Viene ahora a mi mente cada rostro de cada compañero en cada rincón del país y del exterior, cada arenga, cada diseño estratégico, cada plan, cada llamada, cada carretera y cada comida en el carro para que el tiempo alcanzara; cada madrugar, cada sol y cada trasnoche; cada osadía y cada riesgo. La República y la diáspora están pobladas de protagonistas anónimos dignos de ser justamente reivindicados”.

Y concluye: “Ojalá no olvidemos nunca, nuestro origen, nuestra razón de ser, lo que representamos, nuestra misión y nuestros valores, pues a pesar de todo el PRM es más que cualesquiera de los intereses individuales o acción temporera”.

Si esas palabras de Fulcar no son un reclamo, no sé entonces que serían, pero el temor que las bases puedan cobrar en las elecciones del 2024 el desahogo que se les impidió ahora, sigue siendo un riesgo.

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