Al ser la justicia la excelsa virtud, suele rodarse en el plató mental de la gente un sinnúmero de estereotipos, incluido el misterio de su carácter divino, representado a través de un elenco de símbolos, tales como imágenes del Cristo crucificado, de la diosa Temis, de la balanza alegórica del equilibrio, del mallete significativo de que cada golpe dado en su base constituye el imperio judicial, de la tortuga como gráfica de la parsimonia, del libro contentivo de la codificación jurídica que ilustra la sabiduría de los integrantes de la judicatura y la toga negra con la puñeta morada, colores propios de la iconografía del poder.

A modo de glosa orientativa, conviene abundar que el símbolo sugiere diversos sentidos idiomáticos que suelen ser sinónimos o antónimos, de ahí surge entonces su carácter polisémico y así puede representar un objeto tangible, o bien una idea abstracta, pero cuyo estudio de hondo calado le corresponde a la semiótica, disciplina que versa sobre los signos en términos generales.

Hundiendo raíces en el meollo del asunto, cabe decir que la toga fue en principio el símbolo de la ciudadanía romana, hasta el punto de que ningún peregrino, extranjero o bárbaro podía usar semejante vestimenta e igual prohibición existía para los esclavos, pero también semejante atuendo vino a representar la noción de casta, abolengo y prestigio en la magistratura monárquica, republicana e imperial, por cuanto dicha indumentaria llegó a significar en la tradición latina la dignidad propia de cualquier rey, cónsul, senador, pretor, cuestor y edil, entre otras funciones nobiliarias.

Como herencia latina, la toga denota la idea concreta de investidura oficial de todo jurista en servicio de la abogacía o de la magistratura judicial o fiscal, pero a la vez simboliza varias terminologías abstractas, entre ellas poder, dignidad, solemnidad y formalidad, máxime cuando tales funcionarios y auxiliares de la justicia ejercen sus respectivos ministerios en la escena forense.

En la tradicional lexicografía especializada sobre derecho no pudo hallarse en consulta hecha con premura atroz ninguna entrada definitoria acerca de la toga, pero en el diccionario panhispánico del español jurídico semejante vocablo queda acuñado como traje principal y exterior de ceremonia que han de vestir en audiencia pública, reuniones del tribunal y actos solemnes, jueces, magistrados, fiscales, abogados y procuradores.

Tanto en los países anclados en la tradición anglosajona como en las naciones recipiendarias de la familia romano-germánica la toga sigue siendo de uso obligatorio en los juristas integrantes de la judicatura, pero tal exigencia viene perdiéndose en el campo profesional de abogados y fiscales, por cuanto dichos jurisprudentes suelen quedar liberados de vestir semejante atuendo oficial, máxime en los sistemas judiciales de Inglaterra y Estados Unidos de Norteamérica para sólo citar dos ejemplos emblemáticos.

Entre nosotros, el uso de la toga con puñeta o bocamanga morada, azul y negra constituye un mandato imperativo para jueces, fiscales y abogados durante la celebración de las audiencias públicas, tal como queda previsto en el artículo 11 de la Ley núm. 821, sobre organización judicial, en cuyo contenido constan los demás ornamentos para la confección de dicha vestimenta oficial.

Aun cuando en el discurso paremiológico suele decirse que el hábito dista mucho de hacer el monje, pero el legislador, tras juridificar la costumbre, procuró que en la sagrada misión de juzgar los operadores del sistema de justicia al vestir la toga queden impregnados de imparcialidad, objetividad, neutralidad, integridad moral, honorabilidad, criterio independiente y de equidad, entre otras cualidades propias de todo juez, jurista abogacil y representante del interés social.

En la policromía simbolizada en semejante atuendo profesional, el negro despierta mayor curiosidad, por cuanto la toga usada como prenda de vestir en la monarquía, república o imperio romano solía ser blanca, púrpura, rojiza o rosácea, entre otros matices o tonalidades, pero el negruzco rara vez era utilizado, salvo que no fuera para significar el luto, aunque en nuestros días se trata de un color representativo de formalidad autoritativa.

Como nota final, cabe contar como anécdota parafraseada que una vez un hombre fue condenado a muerte por uxoricidio, pero luego resultó descubierto como autor el amante secreto de esta mujer, por cuya sentencia torticera los jueces de entonces juraron vestir toga negra simbolizando luto sempiterno para advertir que toda decisión habría de basarse en prueba indubitada.

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