El ejercicio del periodismo en República Dominicana vive un momento decisorio… decisorio concerniente a la labor que deben realizar sus trabajadores.

El periodismo, y tengo que repetir por enésima vez la lapidaria frase del laureado escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez, “es el mejor oficio del mundo”.

Sin embargo, en nuestro país el histórico pensamiento de García Márquez no debe ser acogido como verdad. Y no es porque no tenga razón al ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982. De ninguna manera.

Es que en la praxis se filtran -con asiduidad- acciones de individuos que se han puesto el “ropaje” de periodistas, lo que ocasiona que no se le dé al periodismo el calificativo de “el mejor oficio del mundo”.

Anotar, en ese mismo orden, que la perversidad, el periodismo que se hace por “encargo” y la actitud mediocre que ha llegado a penetrar en algunos medios noticiosos del país, contrastan con el efectivo ejercicio de un periodismo profesional y pulcro.

Lo expuesto merece la siguiente interrogante: ¿Puede avanzar, solidificarse, el periodismo dominicano si sus eficientes profesionales realizan el adecuado trabajo que exigen los tiempos modernos (de la comunicación) con su vertiginoso desarrollo en pleno siglo XXI?

La respuesta es sí. Porque con el trabajo digno, sin sesgo, abrazado de la ética y la real profesionalidad que deben llevar a cuestas los periodistas, el periodismo podrá alcanzar el lugar más alto que la cima. ¡Y esta proclama no obedece a un estribillo hiperbólico!

En el verano del año 2017 publiqué un libro con el siguiente título: Periodismo (Cuando la verdad no sea distorsionada).

Cito algunas líneas que se concatenan con la realidad del periodismo de estos complicados tiempos: “El periodismo objetivo, pulcro, ético, ejercido con toda la responsabilidad profesional y que llegue con credibilidad al público, es el que debe primar en República Dominicana.”

En esta etapa de gran avanzada -vertiginosa, por cierto- latente en los medios de comunicación debe ser aprovechada para combatir sin miedo el periodismo engañoso.

No hay que andar con rodeos ni zigzagueos para argumentar que se trata de un periodismo de “alta peligrosidad” y que ha sido manchado por una nefasta mafia que deja sus negativas huellas por los bajos.
Pero el ejercicio del periodismo de principios y ético, que busca su solidez, tiene como norte ser la voz independiente de toda sociedad democrática.

Es el que marca los más altos parámetros profesionales y que contrasta con el que se ejerce con dejos de corrupción.

Hay que frenar, con la fuerza de la verdad, el periodismo negativo y que se vende al mejor postor.

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