La muerte sorprendió a Orlando Martínez en la cúspide como el periodista y comunicador de mayor prestigio y credibilidad en la República Dominicana. Eso molestaba, hería principalmente a los envidiosos que se creían superiores y no soportaban los cumplidos del presidente Joaquín Balaguer quien, en el Palacio Nacional, ante los directores de diarios, dijo en su cara a Orlando que su columna era de las pocas cosas que leía en la prensa dominicana.
De orientación izquierdista, Orlando no se tranzaba con nadie a la hora de criticar y embestir contra los abusos de poder, la corrupción y el crimen desde su columna “Microscopio” publicada en el periódico El Nacional.

La noche del 17 de marzo de 1975, cuando cayó asesinado en una emboscada, Orlando estaba enfrentado al poder dictatorial, amparado por los militares de “línea dura”, de los llamados “doce años” de gobierno del ex presidente Balaguer.

El destino siniestro que culminó en su magnicidio se decidió mucho antes del valeroso artículo que publicó bajo el título “¿Por qué no, doctor Balaguer?” Era un hombre marcado y él lo sabía. Rechazó irse nuevamente al exilio para salvar la vida. El crimen lo elevó a la categoría de mártir de la prensa.

De profunda formación política y literaria, Orlando era también un matemático que desentrañaba las más complicadas operaciones aritméticas. Sus convicciones revolucionarias se forjaron en la adolescencia.

En el liceo escuela Perito fue una vez sorprendido distribuyendo panfletos; su padre tuvo que adentrarse en la sitiada Zona Constitucionalista de abril de 1965 para sacarlo de allí y llevárselo a su casa de San Juan de la Maguana. Orlando defendía la patria fusil en mano. Su participación en las protestas universitarias es de antología.

La vida y muerte de Orlando Martínez ha servido de inspiración para muchos comunicadores que creen en un ejercicio sano y honesto del periodismo. Pero cada vez son menos. Hoy cada quien parece tener su gallo en la funda.

Un grupo defiende sus convicciones con el corazón y otros son simples “bocinas”. La hipocresía y la falsedad abunda en la prensa dominicana, con las excepciones que confirma la regla.

Por eso es bastante difícil encontrar a comunicadores con la reciedumbre, la credibilidad y el valor para calzarse las botas de Orlando Martínez.

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