En los últimos años hemos sido testigos del más irreverente trato a la autoridad llamada a preservar el orden y la paz ciudadana, pero cada hecho tiene un motivo, una razón y hasta una justificación en determinadas situaciones.
Antes un militar, un policía, un bombero, un maestro, eran el mayor símbolo de respeto y consideración para los ciudadanos, sin importar el nivel económico o categoría social que se presuma.

Es lamentable que ante el desinterés de los hombres y mujeres con cierta preparación en formar parte de estas estructructuras, los espacios hayan sido ocupados por personas de poca formación académica, familiar y humana, asumiendo sus funciones como licenciados para golpear, maltratar y menospreciar a los ciudadanos comunes.

Ante el exceso de poder y de autoridad, son muchos los dominicanos, algunos hastiados de tanto maltrato, de la falta de justicia y de autoridades, que han adoptado una actitud de rebeldía para responder a los abusos y a la falta de consideración de los agentes, ciertos educadores, fiscales y administradores de Justicia.

A esto ha contribuido sobre manera la politiquería, el uso de los recursos oficiales para subyugar a los contribuyentes y a los verdaderos dueños de la cosa pública que son los dominicanos que cumplen las leyes, pagan los impuestos y son siempre sacrificados como ganado en el matadero.

Si la autoridad, en cualquiera de los estadios, no cambia, tendremos cada vez a más hombres y mujeres rebeldes, porque si quien está para cumplir y hacer cumplir la ley no lo hace, nada bueno se puede esperar. La gente se cansa alguna vez de ser pisoteada.

El preciso que el próximo inquilino de la Casa de Gobierno piense muy bien lo que está pasando para tomar con urgencia las medidas que se requieren para reeducar a los agentes y a los ciudadanos y no pasemos definitivamente a ser parte de una sociedad en estado de anomia. Ojalá nos presten atención.

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