En su discurso de toma de posesión, el presidente Luis Abinader expuso las dimensiones de la crisis generada por la pandemia del Coronavirus en el país. Su intervención insistió en los retos que la República Dominicana tendrá que desde las perspectivas económica, sanitaria, social y de institucionalidad.
Al señalar los retos del país dio a entender dos ideas a tomar en cuenta por todos los sectores. Por un lado, se priorizarán los proyectos e iniciativas orientadas a la productividad. Por otro, se invertirá en reducir la duplicidad institucional.

Gloria Reyes, directora de Progresando con Solidaridad, reforzó la primera de las dos ideas en las declaraciones que dio previo a la toma de posesión. Aclaró que las ayudas sociales serán transitorias, buscarán generar capacidades para la autonomía de la gente y su productividad.

La comunicación de la gestión que acaba de entrar ha sido enfática en esta idea. Tanto sus declaraciones como los perfiles de quienes ocupan los puestos de decisión en el gabinete nombrado por Abinader apuntan en esa dirección, lo que abre un reto a las organizaciones sin fines de lucro.

Las ONG suelen recibir recursos del presupuesto del estado a través del Centro Nacional de fomento de las ASFL, adscrito al Ministerio de Economía. Los fondos son otorgados bajo el cumplimiento de la ley 122-05 sobre asociaciones sin fines de lucro. Y una de las prerrogativas para recibir apoyo estatal es que supongan un aporte al cumplimiento de los objetivos establecidos en la agenda nacional.

¿Cuáles son los retos que ahora deberán afrontar las ONG?

1. En el contexto actual cada peso tiene que impactar en la vida de las personas. Las ASFL tienen que definir de qué modo su trabajo aporta al control de la crisis por Covid-19.

2. Un enfoque real de desarrollo. Desde hace años un gran número de ONG utilizan el discurso de los Objetivos de desarrollo Sostenible (ODS) para acceder a fondos. Entre tanto, sus proyectos se pierden en estudios, intervenciones y otro tipo de acciones que suponen un gasto de recursos que no necesariamente se refleja en las comunidades que intervienen.

3. Reinvención e innovación. Organizaciones que trabajan con discapacidad y otras poblaciones en condición de vulnerabilidad llevan años repitiendo patrones que no responden a la realidad de los colectivos que benefician. Es de suponer que en un enfoque de productividad tendrán que subir el nivel técnico y aterrizar el apasionamiento del activismo.

4. Comunicar resultados. La mayor debilidad de las ASFL, junto a cuestiones de gestión, es el aspecto comunicacional. A menudo los equipos restan prioridad a las formas de informar a sus audiencias, lo que les resta credibilidad, impacto y oportunidades de acceder a financiamiento.

Si para muchas organizaciones sin fines de lucro la principal fuente de recursos se encuentra en el Estado, es de suponer que se verán obligadas a cambiar el modo de conducirse. También cabe esperar que entidades que se sustenten en la promoción de agendas ajenas a los ODS y la consecución de mejorías para poblaciones o entornos en condiciones de vulnerabilidad deberán justificar en profundidad el apoyo solicitado.

Si la línea discursiva de la presente gestión está orientada a la productividad y la generación de capacidades, sería lógico que los proyectos financiados apunten en esa dirección. También es de esperar que los órganos rectores de sectores como la discapacidad, adultos mayores, salud sexual y otros se conducirán con mecanismos que fiscalicen el uso de los recursos.

Los retos son mucho más que los cuatro citados arriba. Para todos los sectores se abren frentes que requieren de desmontar viejos paradigmas. Y en el caso puntual de las ONG y entidades del Estado que promueven la inversión social es indispensable la reingeniería interna para promover la autonomía en las poblaciones a las que dirigen sus esfuerzos.

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