El día 05 de enero de cada año los niños dominicanos esperan con ansiedad el Día de los Santos Reyes, porque además de participar con sus padres en su parroquia o en los centros cristianos de otras creencias cristianas, esperan y reciben diferentes regalos, cuyo valor material depende de la situación económica de sus padres pero su valor moral supera lo económico.
Esta fiesta coincide con la Celebración de la Epifanía del Señor y la visita de los Reyes Magos ante el Niño Jesús para ofrecerles los regalos de oro, incienso y mirra. Sin embargo creo conveniente hacer algunas informaciones de la Fiesta de la Epifanía del Señor, que hago a continuación:

La palabra Epifanía significa manifestación. Jesús se da a conocer en diferentes momentos y a diferentes personas a lo largo de su vida terrenal, la iglesia celebra como epifanías tres eventos principales:

1.- Su Epifanía ante los Reyes Magos: (Mt.2, 1-12).
2.- Su Epifanía a San Juna Bautista en el Jordán (Lc. 3.21-22)
3.- Su Epifanía a sus discípulos y comienzo de su vida pública con el milagro en Caná (Jn.2,2-11). La Epifanía que más celebramos en la Navidad es la primera.

Cuando alguien necesita ¨manifestarse¨, es porque de alguna manera ha permanecido callado u oculto. En el caso de Jesús, esa manifestación no se da porque haya hecho alguna aparición espectacular, al estilo estrella de Hollywood, desfilando por la alfombra roja ante un gran público y acaparando titulares. Al contrario, su Epifanía es tan sutil que pasa casi desapercibida.
Una manifestación que ocurre, no por lo que Él hace para darse a conocer, sino porque hay gentes con los ojos y la sensibilidad suficientes para reconocerlo.

Veamos la primera Epifanía de Navidad

Los primeros que tuvieron noticia del nacimiento de Jesús fueron unos pastores, gente sencilla y abierta a la fe que estaba en el campo durmiendo a cielo raso y vigilando por turnos el rebaño. Se les apareció un ángel. No a los cortesanos de Herodes, ni a los fariseos, ni a los miembros del Sanedrín, sino a ellos, hombres y mujeres humildes y despreciados, imagen de los que hoy encuentran rechazo en nuestra sociedad. No a los grandes y poderosos de este mundo, sino a los pequeños, que suelen ser más dóciles al mensaje Divino.

¿La señal para identificarlo?

“Encontrar un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” ¡Qué tremenda “manifestación”! ¿A dónde quedo el palacio, la corona, los sirvientes y las finas vestiduras? El Rey del Universo se encuentra desamparado, sin alojamiento, sin cuna, naciendo entre animales. ¿No es esta una gran contradicción? Sin embargo, allí encuentran esos pastores la alegría inexplicable del Evangelio, la que se experimenta al visitar el pesebre y no el trono, lo que se siente cuando saboreamos a Dios en una persona. ¿Cuántas veces hemos basado nuestras alegrías en adquirir bienes materiales o en alcanzar fama, prestigio y poder? Y en cambio, pequeñas experiencias de intimidad, momentos vividos debajo de una rancheta o un instante de diálogo profundo con Dios hacen que nos dé un vuelco el corazón, más fuerte que si ganáramos un millón de dólares. Dice Anselm Grun en ¨El pequeño libro de la alegría¨ que para aprender el arte de ser feliz no hay que poseer nada, ni desear nada, ni fijarse ninguna meta. Solamente bajarle las revoluciones a la vida, y dejar de engañarse intentando conseguir continuamente todas las satisfacciones que se puedan atrapar, pues nunca serán suficientes para el corazón y el anhelo del hombre. Es que las verdaderas alegrías humanas no se compran con dinero, residen en la acogida incondicional del amigo, en el abrazo sincero del hermano, en vivir con todos los sentidos activos y disfrutar intensamente el momento presente.

Otros que reciben su Epifanía, son unos magos (sabios) venidos de oriente que, guiados por una estrella, terminan junto al pesebre. Comienzan su trayecto mirando hacia arriba persiguiendo la luz de una estrella, y terminan mirando hacia abajo, donde yace la verdadera luz del mundo en un sucio pesebre casi a ras del suelo, queriendo enseñarnos que, a partir de ahora, los que quieran avanzar en el camino de la sabiduría, tendrán que abajarse, porque la sabiduría no está encumbrada, sino que se ha encarnado en la forma de un bebé. De esta Epifanía nos dice el papar Francisco, se aprende “a no escandalizarnos de la pequeñez y de la pobreza, sino a reconocer la majestad en la humildad y sabernos arrodillar frente a ella”.

Otro momento de manifestación en su bautismo

Dice la Escritura que: “cuando todo el pueblo se bautizaba”, Jesús también fue para ser bautizado por Juna. Se acercó al Jordán como uno más, se puso en fila como cualquier penitente necesitado de perdón. También allí llamo la atención de nadie, solo de Juan, su primo, quien no alcanza a comprender que Jesús venga a él, cuando es él quien necesita recibir su bautismo. La respuesta de Jesús es aún más desconcertante: “Conviene que cumplamos toda justicia”, como si acaso el salvador del mundo necesitara ser purificado de algún pecado.

Con este y muchos otros gestos, Jesús vivió lo que dice la carta a los Filipenses cuando afirma que “Cristo a pesar de su condición divina, nunca hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz” (2,6-8).

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