Hace unos días, mientras conversaba con una amiga, esta me contaba lo que tuvo que hacer, arreglar y esperar para, por fin, iniciar su propio negocio.

Mientras detallaba ese proceso, el cual en su caso se retrasó más tiempo del debido, por diversos factores, habló de las tantas veces que veía alejarse su sueño un poco más cada día, pero también, cómo cada obstáculo la hacía más fuerte y le hacía trabajar más por su objetivo.

Su relato incluía toda clase de situaciones, desde las más tristes, hasta las más jocosas, pero todas dejaban claro que la perseverancia y la determinación son vitales para lograr aquello que un ser humano se propone, sin importar lo difícil que sea.

Ella no desistió y al final consiguió su objetivo.

En eso, recordó algo que le había dolido mucho. Según dijo, una vez una de sus amigas le dijo que ella también quería independizarse y establecer su propia firma aseguradora. Hasta ahí la cosa iba bien. Ella le relató los pasos que había dado para lograr hacer realidad su proyecto y hasta la contactó con el mismo oficial de cuentas que la había acompañado en ese proceso de constitución de la compañía.

Lo que le causó el dolor del cual hizo referencia, fue cuando aquella persona le expresó: “Si tú pudiste, yo también podré hacerlo”.

Le pregunté por qué esa expresión le había causado tal molestia y su respuesta fue que al escuchar esta expresión sintió que su amiga la consideraba poca cosa para haber podido convertirse en la cabeza de una pequeña empresa.

Por un momento pensé en lo que me acababa de decir. Después de un breve silencio le dije que estaba equivocada.

“Al contrario, sin proponértelo, sin darte cuenta, te convertiste en una inspiración para esa amiga, que al igual que tú es madre soltera y que sabe lo que es trabajar duro y sin descanso para salir adelante”.

Me alegró saber que al final de la conversación, ella entendió que con su trabajo duro y sin descanso, con su tenacidad y perseverancia, había logrado no sólo alcanzar su meta, sino que se convirtió en una fuerza inspiradora para otras personas. Ahora se siente feliz de ser referente de que cuando se quiere, se puede.

Compararse con los demás no es bueno, es una pérdida de tiempo y de oportunidades. Pero aprender de los otros, y sobre todo, reconocer cuando esos otros han hecho lo correcto, y por eso se han convertido en un ejemplo a seguir, habla de calidad humana y de formación en valores.

Posted in Mi Tiempo

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas