El título de este artículo vale para casi todo: militancia o afiliación política-partidaria, vida de pareja, profesión religiosa, ámbito laboral; y un largo etcétera. Sin embargo, en esta ocasión, nos referiremos a la militancia política-partidaria en un determinado partido político.

No sé, pero, en mi opinión, mal haría un partido -cualquiera- pretendiendo retener a un miembro, cuadro o jerarquía que quiere irse, pues, esa intención o decisión, seguramente, primero, fue crítica -no escuchada-, aspiraciones fallidas; o simple convencimiento de que ya no está identificado con ese partido y su línea política, pues, lo doctrinario-ideológico ya -y hace rato- dejó de ser alegato. Hoy día, lo que subyace, es, más que todo: falta de identificación partidaria, transfuguismo o, vulgar compraventas.

Y ciertamente, los casos por falta de identificación política-partidaria o desencanto son los menos (en el fondo); pues, lo más común y a la vista de todos -la motivación última-real- es, lo más corriente, la doble agenda política-personal cuasi de mercenario.

Entonces, resulta difícil o harto peligroso, estratégicamente, que un partido se trace como política retener al que ha manifestado que se quiere ir o ya se fue. Ese, en mi opinión, es un gravísimo error -de cualquier partido-, pues como la infidelidad o traición, nunca es espontánea, sino que, primero -por múltiples causales, justificadas o no-, se piensa-planifica; y luego se consuma con fría y calculada ejecución. Igual en política.

Porque una cosa es mantener una postura crítica o de discrepancia sobre una línea política o estrategia -que llamaríamos posición de minorías-; y otra cosa, muy diferente, es asumir una postura de bajo perfil, ausencia prolongada, o más directa, manifestar o dar a entender que se perdió la fe o la creencia en un determinado partido político o su jerarquía. Cuando eso sucede y se observa, en un miembro, cuadro o jerarquía, es porque estamos ante una renuncia inminente -que sería lo más ético, serio y respetable-, la doble agenda política de beneficio o, la traición trapera. Pues, como hemos sostenido tantas veces, en política nada es ingenuo.

De modo, que hace mal un partido en querer retener al que ya -aunque siga ahí (?)- se fue….
Tal fenómeno, nos lleva a la pertinente y oportuna disyuntiva sobre qué es más saludable para la fortaleza institucional de un sistema de partidos en crisis y el castigo al transfuguismo que, en nuestra opinión -si hablamos de solución-, es o sería: legislar (Ley de Partidos y de Régimen Electoral) para que las curules -Congreso y alcaldías- pasen a ser del partido u organización que postula -y no per se de la persona en caso de renuncia partidaria o disonancia-contracorriente con la línea política-partidaria de la organización política que representa (pues, para qué bancada equis o tal)- y solo permitir, por ley, cambiar de partido-ideología una sola vez (igual sancionar la doble militancia). Así, resolveríamos tantas mudanzas y acarreos, o cuando no, compraventas de “figuras” políticas que, de paso, no son nuevas…; o, todo lo contrario, seguimos fomentando y aplaudiendo el mercado persa actual. !Pensémoslo!

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