La ingobernabilidad ha sido definida como ambientes de crisis políticas e incapacidad de los estados para dar respuestas efectivas a las demandas de servicios esenciales de los ciudadanos.

A los rezagos estructurales pendiente de solución que hemos arrastrado a lo largo de nuestra vida de nación, se suman los negativos efectos que en todo el mundo ha causado la pandemia de COVID-19, incluyendo una generalizada alza de precios que empiezan por el petróleo y combustibles derivados, servicios y bienes de todo tipo.

El constreñimiento y la reducción de la actividad productiva han generado altos precios, y escaseces, todo lo cual coincide con los déficits que aún acusan muchos países para asimilar los cambios que ha traído la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación en la producción y el empleo, la educación, la cultura y la vida cotidiana.

Si a ese panorama sumamos las amenazas de los cambios climáticos y el deterioro medioambiental, debemos reconocernos inmersos en una coyuntura que traza un antes y un después en la historia universal, como ocurrió en otras ocasiones que marcaron grandes cambios de rumbo de la humanidad.

Todos los países del mundo, y República Dominicana entre ellos, estamos obligados a administrarnos en modo austero, pulcro y transparente, a invertir con calidad, del modo que más impacte en la vida de la gente, especialmente de los más desposeídos y de los estratos medios.

Otros esquemas de gobernabilidad tocan las puertas de los países, y para beneficio de los dominicanos ya el presidente Luis Abinader ha sentado pilares que enmarcan las bases de un buen desempeño en estos nuevos tiempos.

Aparte de un conjunto de propuestas de reformas para consensuar en un diálogo político y social, desde su arribo al poder Luis Abinader impulsa un sistema político en el que funcione de manera efectiva la independencia de los poderes estatales, una administración de justicia que sólo responda a la Constitución y las leyes, y un saneamiento de la administración pública, cuyo deterioro ha sido fuente primaria de la corrupción e impunidad.

Ahí está una buena plataforma para asumir los retos y desafíos que nos impone la nueva gobernabilidad.

Para los dominicanos es una feliz coincidencia que encontráramos en Luis Abinader una impronta presidencial que responde a los nuevos desafíos que tenemos por delante, en los que la sociedad dominicana debe seguir adelante sin mirar hacia atrás.

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