Recuerdo cuando joven y nos bañábamos en los ríos, el temor que teníamos en caer en unos de los remolinos que la fuerza del caudal del río creaba y que todos evitábamos.
Así ve el país como un caudal típico de temporada de fuertes tormentas de lluvias, el río arrastra corriente abajo todo lo que encuentra su camino.

La cacerola como fuente de expresión de descontento; el abucheo a políticos y periodistas conocidos; las interrogantes sobre los próximos comicios del quince de este mes.

Terminó el mes de la Patria, pocos podrán olvidar este Febrero: elecciones fallidas; errores en el sistema; las declaraciones de la Junta Central Electoral, que las pruebas de calidad no se hicieron, que no hubo tiempo para subir el sistema por completo, “causante” según las autoridades electorales de las faltas y una acción muy valiente de parte de las autoridades electoral de suspender las elecciones y un controvertido video, tendencia en las redes, que permitió a la población conocer los pormenores de una reunión cuyo final todos conocemos.

El técnico y el coronel del que ya todos olvidamos, los amplios recursos desplegados en la campaña, la queja constante de la oposición sobre el desequilibrio en el uso de recursos que otros vemos con tristeza la falta que hacen en áreas más necesarias para ir en ayuda de quienes demandan servicios que no pueden cubrir por sus condiciones económicas.

Comunicados de prensa, todos con un mensaje común, el de exigir la celebración de elecciones sin compra de votos, sin cadena, sin coacción, todos preocupados como dice el padre Manuel Maza “por la falta de confianza en nuestras instituciones y parte del liderazgo nacional”.

La rendición de cuentas del Presidente, para unos, excelente, para otros no respondía a la realidad del país, otros mucho más equilibrados resaltaron los logros de casi ocho años de gestión, puntualizando los temas no tratados y pendientes.

Febrero de carnaval que hemos olvidado, un febrero de celebrar nuestra independencia, que siempre debemos tener presente de quien nos liberamos, un febrero de intrigas y desconfianzas, matizado al final por esa solidaridad que nos distingue, apoyando con entusiasmo y con amor la causa de MARTINA.

Febrero el mes más corto este año, esta vez con un día más, parecía que faltaban horas, días para poder llevar la calma a un país que sabe y ha sabido salir de sus peores crisis.

Empezamos marzo con un caso ya confirmado del corona virus, que si observamos la tasa de mortalidad de otros virus es mucho menor, pero ha generado un pánico mundial que hasta las bolsas de valores han sido afectadas, las personas tienen temor de saludarse y las noticias e informaciones falsas corren por las redes.

Lo más sensato y recomiendo ver el programa de mi gran amigo y pastor Eduardo Saladín, “Esperanza, riqueza y poder”, donde entrevistó al también pastor y excelente epidemiólogo Miguel Núñez, que no sólo explicó las causas, habló sobre medidas para evitar contagio y confirmó que la población más expuesta es la de muy escasa edad o la de mayor edad, que por tener sistemas inmunológicos más débiles, tienden a contraer no sólo este virus sino cualquier otro con más facilidad.

Debemos tomar todas las medidas necesarias para evitar su propagación y recordemos que las noticias falsas, como las que están ocurriendo, afectan la joya de la corona de nuestra economía, que es el turismo que impacta a todos y cada uno de los diez millones de dominicanos que ocupamos esta media isla.

Llegó la esperada visita de Luis Almagro, se reunió con todos los actores sociales con la esperanza de que la OEA pueda, no sólo aclarar lo que pasó el 2/16 sino, llevar confianza de que el proceso actual estará ajeno a manos criminales.

A pesar de todo esto, como diría un famoso programa de los setenta “la vida continua su agitado curso”. La solidaridad del dominicano está por encima de todos los debates políticos, de las apetencias de poder, miles que trabajan con precariedad para devolver la salud a los que no tienen la posibilidad de pagarla, otros que trabajan para llevar educación a rincones que ni la iniciativa privada ni pública llega, desvelos por el mantener uno de nuestros recursos más preciados “el agua”.

Los barrios, apoyándose unos con otros frente a las carencias diarias, apoyando instituciones que buscan mejorar sus viviendas. En fin, demostrando que, a pesar de un panorama sombrío, seguimos hacia adelante, alegrándonos de nuestros avances y trabajando para cambiar tantas cosas que por años esperan otro rumbo, pero nunca perdiendo la esperanza de mejores dirigentes, mejores políticos, mejores actores sociales, mejores sindicalistas, jóvenes comprometidos con una sociedad en valores: una mejor nación.

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