He tenido buena comunicación con los ex ministros de Cultura Tony Raful, José Rafael Lantigua, José Antonio Rodríguez y Eduardo Selman.
Todos ellos coinciden en varios asuntos de sus respectivas gestiones. Una de estas coincidencias tiene que ver con los proyectos que distintas personas y entidades privadas someten al Ministerio.

Algunos de estos resultan válidos y correctamente elaborados. Empero, a la mayoría le ha faltado calidades. Recomiendo que antes de llevar algún proyecto a cualquier dependencia estatal, se cercioren sobre la forma correcta de presentarlos. No olviden que dichos trabajos serán revisados por técnicos calificados (primero los del Ministerio correspondiente, luego los técnicos del MAP y después cualquier desembolso tiene que contar con la aprobación de la Contraloría). Ellos detectarán los posibles errores o sabrán cuándo estos proyectos lo que realmente persiguen es el beneficio sólo de algunos. Las leyes y normas de la Administración Pública obligan a accionar para el conglomerado de ciudadanos.

Acabo de participar en un amplio seminario (obligatorio para todos los funcionarios públicos) de 10 horas, ofrecido por el MAP (Ministerio de Administración Pública). Uno de los aspectos que quedó muy bien demostrado es lo complicado que resulta ser funcionario público en estos tiempos. El gobierno de Luis Abinader está decidido a evitar, a toda costa, la corrupción y propiciar una tecnificación elevada en las diferentes dependencias gubernamentales.

Todas las normas y leyes que rigen la Administración Pública tienen algo en común: su orientación para procurar justicia, transparencia y calidades en los distintos servicios que se ofrecen al ciudadano.

Así como los funcionarios estamos obligados a seguir esos parámetros, los ciudadanos que procuren nuestra vinculación, en diferentes circunstancias o estadios, también deben adecuarse a las exigencias técnicas y éticas modernas.

Tienen los ciudadanos el derecho de vigilar nuestra gestión y hasta exigirnos una correcta e inteligente actuación. Pero también tienen el deber de ser consecuentes con los mismos principios que nos rigen en nuestra condición de funcionarios. Y en asuntos de este tipo, no es válido alegar ignorancia.

Mientras elaboro mi próxima entrega, les dejo el siempre inevitable… Telón.

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