Es un fenómeno nuevo -Moisés Naím, lo bosquejó: “El fin del poder”- que, en una sociedad dada, la oposición política no la hagan, muchas veces, los partidos políticos tradicionales, sino una conjunción de fuerzas sociales -políticas-mediáticas- o, cuando no, una periferia política-intelectual -generalmente afín a un partido político o proyecto presidencial (o, excepcionalmente, una franja de un partido-gobierno) y parte de la sociedad civil. En nuestro país, tal fenómeno sociopolítico, estuvo en escena casi todo el trayecto de los dos cuatrienios de gobierno 2012-2020.

En ese interregno, la oposición política, de partidos, estuvo menguada, quizás por la división del PRD -luego, alianza PLD-PRD-2015-, la disminución cuasi extinción del PRSC, el bocinaje pro-gobierno o pro-oposición, la construcción, aun inconclusa, del PRM, y una “izquierda burra” -pieza de museo-; de modo que la oposición política y planificada, la llevó a cabo una periferia política-intelectual-mediática, en mayoría, afín al PRM -visceralmente anti-PLD, cuyos máximos líderes-exponentes y estrategas están, hoy, en el exilio-empleo voluntario, la administración pública o disfrutando bonanza-publicidad gubernamental (en todo su derecho cívico-ciudadano o empresarial)-. La otra ala de esa oposición política-planificada la llevó a cabo parte de la sociedad civil que, aunque estuvo un pie en el estribo gubernamental, vía un mecenazgo-palaciego que, quizás, creyó, pendejamente, que esa claque -de variopintas-agendas- era apolítica; y finalmente, una última franja oposicionista estuvo representada en segmentos de la clase media que, al principio, dirigió los movimientos Marcha verde y plaza de la bandera -además, del uso efectivo de redes sociales-; pero al final, esos movimientos, fueron asaltados, política y electoralmente, por los voceros de la periferia política-periodística-electoral pro-PRM.

Quien no entienda ese fenómeno sociopolítico y el impacto de las redes sociales en la lucha política o cívico-ciudadana hoy, al margen de entender las redes sociales como pasarela de exhibicionismo, noticias falsas; o escondites para el anonimato (“ciberdelincuentes”), está incapacitado para entender el porqué, en parte, un partido o coalición sale o entra al poder y, en consecuencia, encarar ese espectro o dinámica sociopolítica que opera como vía de acceder al poder (antes reservado a actores políticos-fácticos-tradicionales).

Y esa oposición política -coyuntural-espontánea (que ojalá llegue a ser cultura cívico-ciudadana)- es, como se evidencia, la que, en mayoría, se está expresando contra yerros e improvisaciones gubernamentales, y por las mismas vías-herramientas -las redes sociales- de los que hasta hace poco la asaltaron -otrora “independientes”-. Esa, la oposición coyuntural-espontánea, es la que lleva, hasta ahora, la voz cantante -incipiente desobediencia-civil, redes sociales y voces políticas dispersas-; y ya veremos en qué momento la posición política sistemática-planificada toma la vanguardia.

Pero ¿en qué momento, los medios harán la disección entre periodistas y “políticos de la secreta”?

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