Se manifiesta entre la población estudiantil dominicana una grave amenaza solapada y hasta cierto punto, deliberadamente ignorada, con visos de afectar a mediano plazo, a la sociedad dominicana en general. La “invasión” pacífica de cientos de miles de haitianos, sin control migratorio alguno, que se suma a la “invasión” por el útero, negocio protegido y estimulado desde el territorio del oeste, que alcanza niveles escandalosos con la ocupación de los hospitales maternos infantiles y a costo del Estado dominicano y del bolsillo de los contribuyentes criollos, ahora presenta otra faceta. En la comunidad de Constanza, específicamente en Tireo, varios estudiantes haitianos de escuelas públicas se niegan a interpretar el himno nacional y a celebrar las fiestas navideñas, impulsados por los llamados Testigos de Jehová. En 1945 vinieron los primeros miembros de esa secta religiosa y en la década de los 50 Trujillo les persiguió, por su negativa a respetar los símbolos patrios y no reverenciar el himno dominicano y hasta se promulgó una ley, el 26 de julio de 1957, declarando ilegal todas sus actividades y la propagación de la doctrina. Ante la confrontación con la Iglesia Católica en el ’60 fue derogada, permitiendo sus actividades después de enfrentar hasta deportaciones. El mayor peligro es la utilización del fanatismo religioso, con el abono de la actitud de los haitianos contra los criollos, aún en nuestro propio territorio. Preocupa a muchos el crecimiento del islamismo en Haití, no por su esencia religiosa, sino por la influencia de grupos radicales extremistas. Creo que esta manifestación de los estudiantes haitianos en Constanza bien puede estarse repitiendo en muchos otros lugares del país, obedeciendo a lineamientos estratégicos contra la esencia dominicana. Estudiantes todos, ¿por qué permitirles a unos negarse a respetar los valores patrios y obligar a los otros a cumplirlos? Si aquí viven, están obligados a respetar nuestras costumbres, tradiciones y principios fundamentales, aunque nuestros triunfos representen sus derrotas. Este problema, con sus características propias, afecta la esencia europea por la imposición de los musulmanes ante las sociedades de ese continente, constituyendo una grave amenaza para la cultura y tradición de los países que la componen. Adolecemos como pueblo, como nación, de entretenernos en “caballá” y dejar que “lo problema chiquito” se pongan grandes por la permisividad que nos caracteriza y los gobiernos no se sustraen a esta dañina cultura. A las autoridades educativas, a Migración y a otros funcionarios investidos de autoridad, corresponde investigar lo que sucede con los estudiantes haitianos, negados a cumplir las disposiciones legales nacionales residiendo en nuestro país, comprobar su veracidad y tomar decisiones al respecto. Demasiado resulta su cultura primitiva, su religión, su insalubridad, el choque de su dialecto y sus costumbres tribales del África ancestral, para pasar por alto esta otra amenaza.

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