El amor anhela la perfección de lo amado, pero sin coaccionar, porque aborrece las cadenas y las imposiciones. Entre sus características está la libertad basada en la consideración a la persona amada. Quien ama, se preocupa y ocupa por el desarrollo del ser amado.

El amor evoluciona, no es estático, no toma asiento, madura paso a paso y solo esa transformación positiva le inyecta vida y esplendor. El amor descansa en un agradable rincón, pero para continuar con más bríos su camino; jamás se posa, no se petrifica, no es piedra ni estatua.

La ausencia de metas comunes en la pareja, en la familia o en la amistad, suele destruir al amor. En ocasiones sucede de forma imperceptible, pero inmisericorde.

Todo amor motiva, provoca ganas de avanzar y de hacer, anima, nos fortalece para enfrentar las adversidades y nos nutre de suficiente ecuanimidad para asimilar los éxitos. Escribió Antoine de Saint-Exúpery que “amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección”.

No hay amor sin discrepancias, porque el ser amado es diferente y, en consecuencia, la armonía de vez en cuando se quiebra, pero los tropiezos se convierten en experiencias que robustecen al amor. Las experiencias se acumulan y se convierten en sanos aprendizajes que perfeccionan la relación. Los problemas se vencen por medio del diálogo y si conversando no se superan, el amor sabrá convivir con las dificultades.

El amor requiere de paciencia y delicadeza; la rapidez y las asperezas lo corrompen. Nadie ama lo desconocido y solo el tiempo, que incluso puede ser corto, enseña las virtudes y las debilidades de quien ha de acompañarnos hasta el final de nuestros días o de quienes forman parte de nuestro entorno. La admiración mutua juega un papel estelar, pues no es sencillo amar lo que no se admira.

Todo amor requiere capacidad de comprensión, así respira y crece. El egoísmo es incompatible con el amor. La sinceridad y el respeto mutuo son de sus elementos vitales. Quien ofende no ama. Tampoco ama quien denigra y maltrata a quienes rodean al ser que dicen amar.

En una relación, el que ama valora el amor que entrega y el amor que recibe. Es de doble vía. El amor completo es recíproco. Eso sí, no podemos negar que hay amores sinceros que no necesitan nada a cambio para alimentarse, como lo es el amor a un hijo o a una madre.

¡Viva el amor! ¡Amor, palabra mágica! ¡Dichosos los que se aman y están dispuestos a mantenerse juntos hasta la muerte, apoyándose, protegiéndose y agradeciendo a Dios por la felicidad que nace del amor!

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