Se ha escrito mucho sobre este tema, sobre la extroversión, apertura, responsabilidad y amabilidad de un buen diplomático. Pero las que quiero comentar son las de Eduardo Jara Roncati, diplomático de carrera y exembajador de Chile. Que las cualidades que le son innatas, y que forman parte de sus condiciones personales, más las que se van adquiriendo al través de enseñanzas técnicas y especializadas. Estas son:

Patriotismo. El diplomático ha de amar a su país por sobre todas las cosas y sentirse consustancialmente vinculado a él. Para amarlo realmente, debe conocerlo. El diplomático no es el propagandista de su país. Es su representante. Debe defender los intereses permanentes del Estado que representa y los valores de su gobierno.

Franqueza. Tanto en la diplomacia bilateral como en los foros internacionales, hay que saber ganarse la confianza de los demás, sobre la base de decir la verdad. Jamás hay que engañar. La diplomacia ha pasado a convertirse en franca y directa.

Dedicación. La función diplomática no tiene una determinación material en el tiempo y se desarrolla con la experiencia que se va acumulando, en provecho del país que representa.

Vocación. El diplomático debe sentirse grato con sus funciones, aceptando de buen grado las características de su profesión y comprender que se trata de representar a su país y de cumplir con las demás funciones que están claramente determinadas.

Modestia. No hay mayor peligro para un diplomático que la vanidad, la suficiencia y la presunción, que puede impulsarle a desoír consejos convirtiéndolo en vulnerable a la adulación. Tal diplomático tendrá una actitud personalista y se irá aislando progresivamente; al jactarse de sus eventuales triunfos, irá creando rencores y odios para sí y para su país y desarrollando el amor propio en su adversario. Además, su altanería puede impedirle reconocer sus errores o inexactitudes.

Sobriedad. La moderación, en su vida pública y privada, debe acompañar siempre a un diplomático. No debe caer en la exageración, ni en sus juicios, ni en sus distracciones, ni en el actuar o el vestir

Criterio. La capacidad de discernir adecuadamente se tiene o no se tiene. No hay escuelas, por desgracia, donde se aprenda a actuar juiciosamente. Un diplomático sin criterio, es un peligro latente para su país. Ahora, si este habla varios idiomas, es más peligroso todavía.

Dignidad. Es la consideración que un diplomático debe tener de su propia persona, el respeto que debe tener por sí mismo y obtener hacia su país, la misión y los miembros de su propia familia.
Discreción. El diplomático debe saber guardar reserva acerca de las materias de que conoce o llegan a su conocimiento en virtud del cargo que desempeña

En conclusión, resulta difícil encontrar en un mismo ser humano tal conjunto de virtudes. Pero, analizándolas en su conjunto, algunas son inherentes a ciertas personas, se tienen o no se tienen. Las demás, pueden ser perfeccionadas regularmente a través de la carrera.

Publicado originalmente el 16 de noviembre 2019.

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