Como establece la ley electoral vigente, los partidos, en este mes de octubre, deberán oficializar sus candidatos presidenciales vía las modalidades que hayan asumido. En tal sentido, la actual campaña política-electoral entrará en otra fase de su dinámica y desempeño en que el activismo político y la lucha por el posicionamiento electoral, de cara a las municipales de febrero-2024, de alguna forma, dejará definido quién es quién en la actual coyuntura electoral con la vista puesta, mayo-junio -primera o balotaje-, en las elecciones congresuales y presidencial, respectivamente.

Sin embargo, para el PLD, más que para otra organización -y por ser cabeza de oposición-, deberá marcar el momento donde su candidato se proyecte y posicione como el candidato-líder a vencer por el partido de gobierno, dejando sentado, además, que es el más potable e idóneo candidato de la alianza “Rescate RD” que conforman el PLD, FP y PRD -es decir, tres mayoritarios y los que se sumen, contra uno y sus aliados-.

Pero, en esta fase, ¿cuál es el partido que podría salir, internamente, más debilitado o mermado en sus filas? Sin duda el PRM. Sencillamente, porque contrario a los demás partidos, expuestos solo a liturgias protocolares y de ley -proclamación en asamblea-; el PRM escogió la modalidad de primarias cerradas -a celebrarse mañana, domingo, 10/01/2023- y es casi seguro, por estar en el poder y con otros tres aspirantes críticos-contestatarios -sobre todo, Guido y Albuquerque-, su suerte política-electoral penda de cómo salga de ese difícil trance que, de seguro, no pasará sin pena ni gloria, pues al menos uno de los adversarios internos del presidente que aspira a reelegirse no será, en término de opinión pública y legal, hueso fácil de roer; y, en consecuencia, podría descarrilar o hacer naufragar el proyecto reeleccionista, así sea con su salida o alegatos (quizás, sería otro capítulo del “Estado me venció”, pero sin rendición o repliegue estratégico).

De manera, que, quiérase que no, esos dos eventos -la proclamación de Abel Martinez y el trance-primarias del PRM- estarán copando la atención pública y, de seguro, marcarán el ritmo de la campaña presidencial, con la diferencia -que ya señalamos- de que lo de Abel será prácticamente protocolar y lo del presidente será de pronóstico reservado.

En conclusión, que uno estará obligado a trazar una raya de Pizarro -ese es Abel- y el otro -que es el actual presidente- a medirse y donde ganar o imponerse no garantiza unidad interna; y más bien, podría significar la debacle y la derrota anticipada, algo que aún en un improbable escenario medianamente exitoso, no le garantizaría su reelección, pues el descontento ciudadano es significativo y la oposición, a menos que se vuelva bruta, estará unificada y decidida a sacarlo del poder vía elecciones y donde los fraudes electorales ya no tienen manera o subterfugios para legalizarse o ser asimilados por la comunidad internacional que, de todas formas, será testigo-observador de excepción del proceso eleccionario antes, durante y después. Diríamos, entonces, que son muchos obstáculos y desafíos lo del presidente y su reelección, y más en estos tiempos en que nada queda oculto y las promesas, del que está en el poder, tienen que estar avaladas por las cumplidas y ahí habrá poco que exhibir…..(y lo que se podría exhibir -como la lucha contra la corrupción- perdió crédito y sigue, como fenómeno histórico-estructural o sistémico, tan campante como el whisky aquel…). Y para peor, la aureola de cambio y esperanza de 2020, se esfumó. Difícil trance, pues, para el candidato-presidente, ¿o no?

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