Es fácil echar la vista atrás para tomar consciencia del momento. Así como Contagio, la película que en 2011 predecía prácticamente el coronavirus, el gobierno de coalición de España, el primero de la democracia, corre sus riesgos desde su mismo nacimiento, por lo menos de imagen. No ya tanto, por su ajustada victoria en el Congreso de los Diputados con que se puse en tela de juicio la confianza entre pares, sino por tener muchas aristas con las que justificar y empatizar de manera adecuada con las situaciones enquistadas, como Cataluña, y la elaboración de los nuevos Presupuestos del Estado.

Cuatro vicepresidencias, tres de ellas, lideradas por mujeres y la nada despreciable cifra de veintidós ministerios para activar un engranaje renovado progresista, que haga olvidar la infructuosa alianza del PSOE con Ciudadanos allá por 2015 y que abandere temáticas varias como la transición ecológica.

Si me preguntan, la clave del éxito está en la transparencia y la coherencia. De lo contrario, como en la película Parásitos, una familia de cuatro miembros que se infiltra, a base de mentiras, como empleados domésticos de otra, puede acabar trágicamente vapuleada.

El tratamiento a la visita de Juan Guaidó ha sido desacertado. No sólo por los comentarios de la derecha política y mediática sino por la proliferación de discursos que asocian el gobierno español con posturas dictatoriales o totalitaristas, muy alejados del mensaje democrático que se quiere enarbolar y que favorecen su deslegitimación ética, de acuerdo, al escrutinio al que están expuestos.

Estamos en un momento en el que más allá de condenar o justificar a los protagonistas de esta trama, sería conveniente escudriñar su correcta o no ejecución, de sus políticas económicas y en la sostenibilidad de su agenda de gobierno. Algo sine qua non para dilucidar si este importante cambio va a mejorar la situación española en el medio y largo plazo. Un panorama más real, porque no atiende a castas de un u otro lado, sino a resultados. Más aún cuando la derecha radical hace acopio de un mayor protagonismo y respaldo social sostenido, basado en actuaciones concretas, como el rumor de la abstención parlamentaria de los independentistas catalanes a favor de Sánchez, en pro de un posible atesoramiento de mayores privilegios y contraprestaciones.

La disputa ideológica se exacerba por momentos y las posiciones se definen distanciadas. Los retos de este gobierno de coalición, de PSOE y Unidas Podemos, están no sólo en demostrar la viabilidad de sus propuestas, sino en ser capaces de ganar credibilidad en la opinión pública, para que la población perciba esa política de gobierno cabal e íntegro.

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