Me gusta la música tanto como leer. Cantantes y autores, me acompañan por épocas: Llegan y se instalan con fortaleza, pero luego se marchan dejando el espacio que será ocupado por otro.

En literatura, Borges y García Márquez han resistido todas las tempestades y siempre vuelvo a ellos. Lo mismo Martí, incluso por algo más que la calidad de su escritura o el hechizo de su verbo; por un no sé qué del cual no soy consciente.

En asuntos de música es igual. Escucho música y cantantes diversos. Me gusta Bob Marley, por ejemplo, su solo de guitarra “A song of Freedom”, es una joya. “Yesterday” de los Beatles, siempre será buena; y, “Hotel California” de The Eagles, no puede faltar, para solo mencionar tres.

También, siempre tengo a Sabina a mano, ocupa el lugar que dejó Serrat en mi gusto. Y he introducido en el universo de Sabina a un juez de Instrucción del Distrito Nacional, a un exjuez nativo de las Lagunas de Nisibón, en Higüey, también a un coordinador de la Defensoría Pública de alguna “Villa” del país. Como nota al margen, debo decir que no me lo agradecen, pero el mundo es así: yo, por mi parte, los perdono.

Por esto, cuando estudio, cuando leo, incluso cuando escribo, debo escuchar música: Merengue, vallenato, ranchera, salsa, son y, obviamente, bachata. Al respecto, una amiga que dice no entender cómo puedo leer y escuchar, por ejemplo, una bachata de Anthony Santos, de Ramón Cordero o de Juan Bautista. Creo que me concentro mejor así.

Actualmente escucho mucho al báchatero Ramón Torres, el Poeta, quien me acompañaba, sonando de fondo, mientras redactaba un recurso de apelación de sentencia (penal) y también mientras pago una deuda con Faulkner y me sumerjo en las complejidades de “El sonido y la furia”.

Ramón Torres es un poeta popular. Sus canciones son vivencias que forman parte del día a día de la mayoría de los dominicanos. Canciones como “Ya volvió”, “Tus cartas llegan” o “De Higüey a la Capital”, son melodiosas, bien escritas, chistosas y simples, lo que las hace “profundas”. Además, la voz del poeta le da un toque de melancolía, parece que solo con esa voz se puede cantar: “Ya volvió/

la mujer que la miseria de mis brazos arrancó/ ya volvió/ la que dijo que se iría/a buscar un paraíso para vivir ella y yo.// Ya volvió/ por la forma en que se porta/ parece que no se acuerda que hubo algo entre ella y yo/ porque ella vino casada/ llevó el marido a mi casa y hasta me lo presentó (…).

Además, contienen perlas cómo estas: “Con dinero y sin dinero la felicidad se alcanza/ el rico con su dinero y el pobre con su esperanza”.

“Mejor no me des tu amor, si he de tener que comprarlo, porque un amor que se compra es amor falsificado”.

“Un borracho cuando estudia lleva identificación/ una botella en la mano, con un poquito de ron”.
“Cuando la limosna es grande, señores, es que el santo duda”.

O esta, genial, en inglés: “No piquis panis, mai lov; no piquis panis, mai lov”.
¡Grande el poeta Ramón Torres, grande!

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