Son personas que viven de la corrupción pero no son corruptas. No en el sentido estricto del término. Su trabajo es denunciar la corrupción o la que ellos creen corrupción, especialmente en la administración pública.

Según algunos, los hay a sueldos, reciben por la tarea una paga mensual de algún organismo nacional o extranjero, una ONG, un partido u organización afín, a veces creadas por ellos mismos. No dudo que los haya a destajo: por artículo o intervención en los medios o actividad.

Tenemos generalistas, aquellos que disparan a lo loco y después apuntan y especialistas: son francotiradores anti corruptos que solo articulan sobre un determinado asunto, por ejemplo, en lo eléctrico, o en asuntos inmobiliarios, y así.

En todo caso, la lucha y castigo debe ser contra quienes ellos digan y a su manera. Tienen sus corruptos favoritos y sus no corruptos. Solo ellos pueden dar licencia de seriedad. Nadan en la arrogancia y el narcisismo. Y alrededor del tema han creado un grupito, que además del autobombo rechaza a aquellos que no son del redil, de la cofradía.

Más que adecentar la cosa pública, su lucha anticorrupción es un instrumento para alcanzar el poder o de lucro, pero siempre, según ellos, para defender al pueblo. El pueblo para ellos es una abstracción exclusiva, reducida, porque el bendito pueblo llano y grande, el de verdad, aprovecha cada elección para rechazarlos. Su defensa no la quiere.

Como en toda industria ellos tienen una materia prima, es la corrupción. Y como en toda empresa si se agota o reduce esa materia prima peligra su medio de vida, su vigencia, de ahí que se esfuerzan en gritar que cada día la corrupción es mayor y que requiere de su lucha. Así que no vacilan en denunciar a aquellos que de la misma esfera pública luchan en verdad contra la corrupción. ¡Es que atentan contra su medio de vida!

Por ejemplo, entre estos rentistas los hay quienes aprovechando el tema o “la lucha” han regresado de la oscuridad alumbrado por Catalina, como aquel consultor ya viejo y que busca nuevos aires y contratos; o aquel otro que hizo carrera contra Balaguer y que ya hoy sin aquel y gastado ahora ve una oportunidad de recuperar nombradía; o aquel viejo economista que insiste en los medios y hoy regentea encuestas en contra de “corruptos”; o este otro, jefe de un medio y enemigo jurado de quienes detentan el poder y que dispone de un buscador para solo reseñar toda intervención en que se mencione la palabra corrupción.… como se ve, a veces la renta por atacar la corrupción no es cobrar efectivo, sino encaminar proyectos políticos propios y la búsqueda desesperada de vigencia al tiempo de desfogar resentimientos y satisfacer mezquinos deseos de venganza. En eso ha devenido su lucha contra la corrupción. ¡Qué pena!

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