La semana Santa, Semana Mayor o Semana Grande, es la conmemoración cristiana de la Pasión de Cristo. De fecha variable, es en el año 325 después de los acontecimientos que le dieron origen, que se decide cuándo debe tener lugar. Esto, definido durante el primer Concilio de la Iglesia Católica y de la Iglesia Ortodoxa, que se celebró entre mayo y junio de ese año, en la ciudad de Nicea de Bitinia, entonces en el Imperio Romano.

Hoy se llama Iznik y está en la provincia de Bursa, en Turquía.

Ese concilio fue convocado por Constantino I y allí, entre otras cosas, se acordó cómo fijar la fecha en que se celebraría, la Semana Santa. El Domingo de Pascua se define como el primer domingo que sigue a la primera luna llena después del 21 de marzo, fecha en que tiene lugar el equinoccio de primavera en el hemisferio norte. La Semana Santa tiene lugar, entre el 22 de marzo y el 25 de abril. De esa manera el Jueves Santo es de luna llena siempre, en conmemoración a la que alumbró a Cristo y a los Apóstoles, en el Huerto de los Olivos, Getsemaní, después de la simbólica Santa Sena, donde oró con sus discípulos por última vez. La Semana Mayor se celebra de diferentes maneras en todo el mundo cristiano, conservando la esencia de los ritos tradicionales, en lo que a la liturgia se refiere. El resto son tradiciones mantenidas en el tiempo o alteradas por la constante del cambio. Las costumbres criollas han variado enormemente, al pasar de un tiempo de recogimiento, reflexión, procesiones y actividades en las iglesias, a espacios de vacaciones desenfrenadas, de desplazamiento hacia el lar nativo, baños multitudinarios en ríos y playas, conciertos y “artistas” y mucho más , Del antiguo recogimiento familiar y de colectividad, solo quedan las habichuelas con dulce, el bacalao, el maíz con dulce o chacá, la “malarrabia” y las rezadoras…Del silencio obligado, del cocinar sin ruido (muy difícil), del exilio del pilón de machacar, de la preparación temprana de alimentos para el Viernes Santo callado, de la abstinencia de relaciones sexuales, por miedo a “quedarse pegao”, a lo que hoy es la Semana Santa, hay un abismo. Me tocó repartir en los vecindarios de Ciudad Nueva en que viví, habichuelas con dulces elaboradas por mi madre, como ofrenda a nuestros vecinos. La Procesión del Viernes de Dolores, viacrucis representativo con su infinidad de “estaciones”, suprimido en el Concilio Vaticano II, que aún se realiza conmemorando los dolores que habría de sufrir, la virgen madre en la Semana de la pasión del hijo. Del tiempo de las procesiones con dramatización de los eventos bíblicos, con un “Jesús” lacerado, con muestras de las barbaries de sus verdugos, al desenfreno libertario con música a niveles insoportables de temas irrepetibles de vulgar inspiración y ritmo de bajos, salpicados de “to lo que ajume”, define el deterioro de una sociedad que olvidó, sin entenderlo, sus más intensas tradiciones.

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