Los partidos políticos, por definición, deben tener una base ideológica que pretendan aplicar al Estado, de arribar al poder. Este cuerpo de ideas debe servir a su militancia, tanto en el plano de la formación de “cuadros” o de “dirigentes” como en el propagandístico, para convencer a la población de la idoneidad de las propuestas. En el país, en los últimos 30 años, quizás, los partidos políticos han obviado la lucha ideológica y la formación de su militancia. Esto, más evidente, en los partidos con posibilidad electoral o con mayor militancia. En la práctica del poder o desdicen sus postulados ideológicos o estatutarios o, simple y llanamente, se transforman en maquinarias electorales, cediendo gran parte del pastel a “los de arriba” y dando algunas migajas a “los de abajo”, para mantener el poder. Aclaro que decir esto no es satanizar a los partidos políticos, sino poner el dedo en la pus, para buscar corrección. No se puede corregir, sin saber dónde está el mal, pues en todos los partidos existen personas sanas y correctas, incluso la mayoría lo son, aunque quizás no sean los que han detentado el control del Estado.

Sobre el tema de la “formación”, nuestros partidos políticos no tienen escuela de cuadros, y sus miembros, en su mayoría, no tienen compromisos nacionales ni aún partidarios, sino “grupales” e “individuales”. Un ejemplo, casi al azar, sin calidad en su formación política, podemos tener calidad en su labor legislativa o municipal?

El Tribunal constitucional dominicano ha definido los partidos políticos, en su decisión TC/0031/13 (relativa a una Acción Directa de Inconstitucionalidad contra la Ley Electoral No. 275-97, y sus modificaciones), de la manera siguiente: “7.6.La Constitución proclama que la organización de partidos políticos es libre y remite a la ley para todo lo relativo a su conformación y funcionamiento. Así, la Ley Electoral concibe la creación de partidos políticos como agrupaciones de ciudadanos que se organizan de conformidad con las disposiciones de la Constitución y las leyes, con el fin primordial de participar en la elección de ciudadanos aptos para los cargos públicos y de propender a la realización de programas trazados conforme a su ideología particular, con el objetivo de alcanzar los puestos electivos del Estado. Las elecciones tienen lugar en atención a la oferta electoral que proponen los partidos políticos y es la Ley Electoral la que establece los procedimientos al efecto, los cuales rigen al tribunal comicial”.

Ahora, la pregunta sería: ¿Debemos buscar opciones fuera de los partidos políticos? La respuesta sería que no. Los partidos deben fortalecerse y tener mayores compromisos nacionales y procurar una agenda mínima común a todos para los próximos años, sin importar las siglas que tenga el control del aparato estatal. Y se debe proteger lo público y formar una burocracia técnica y segura que administre lo de todos, para el bien de todos, sin “entregarlo” a una oligarquía insaciable y sin compromisos nacionales. Y esto con la participación de todos los sectores de incidencia nacional: las iglesias, la sociedad civil organizada, los empresarios (llamémosle: “buenos”) y, encabezando, obviamente, los partidos políticos, grandes y pequeños. Lo contrario sería la incertidumbre, el salto al vacío, las iras sin contención o un “salvador” populista.
¡He dicho!

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