Por veces, el horizonte de la pasión se entrecruza con la política. Nada extraño, pues la política es lo más auténticamente natural en la vida social del ser humano.

No obstante, la política es esencialmente, realidad, aparte de sueños.

Contra el presidente Donald Trump, se habla de anulación, sanción, supresión de derecho político y otras calenturas del momento. Sin embargo, los hechos concretos, a fin de cuentas, señalan al presidente norteamericano como una consolidada realidad política en aquella sociedad.

Obviamente, que no lo es por su irrefrenable personalidad, su adicción a la espectacularidad o por sus dotes individuales. Pero, sería un error entenderlo como un fenómeno personal y pasajero.
Trump es la expresión de una creciente, poderosa y popular corriente política de derecha, cada vez más extrema y mejor estructurada en los Estados Unidos.

Razón por la que reitero mi creencia de que Trump, o bien es líder de ese movimiento o bien está atrapado por él.

A pesar de su derrota electoral y ya fuera del gobierno de USA, Trump, indudablemente, tendrá importante cuota de poder en el Estado, en el Partido Republicano, en un sector del empresariado y, particularmente, gozará de significativa influencia en buena parte de la sociedad norteamericana. Se trata de una figura que en 2020 aumentó 12 millones de votantes, en relación a las elecciones de 2016, pese a las grandes manifestaciones sociales en su contra, y los medios más poderosos del país adversándole. Contar con más de 80 millones de seguidores en Twitter no es un hecho a ignorar.

Anularlo, por tanto, sería tarea dura, una intención que tal vez no pase la frontera del tintero periodístico y el discurso febril del estrado político.

Victimizarlo frente a sus seguidores no sería tarea fácil para el stablishment.

Lo del Capitolio y otras diabluras de Trump se manejará más políticamente que punitiva y judicialmente. Contra él vendrá un fuerte vendaval de condena moral, serán agrestes e incesantes las críticas políticas que reciba…pero, de ahí no pasará, salvo que apuesten a dividir más la sociedad norteamericana y pasar a una crisis política (y consecuentemente económica) de la que, probablemente, no habría marcha atrás. Sería obrar a favor de la estrategia trumpista, destinada a entorpecer la gobernanza y empantanar la gestión del presidente demócrata, Joe Biden.

Desde el 3 de noviembre, muchas han sido las señales de Trump en sentido de llevar a cabo una oposición radical contra el gobierno del Partido Demócrata, empezando por no reconocer su legitimidad y legalidad.

¿Es la confrontación realmente un propósito de los grupos de poder fáctico del país del Norte? ¿O es una estrategia evidente de Trump y sus seguidores?

De lo que no hay dudas, es que USA vive un momento inédito, cuya ruta en el futuro inmediato luce más a encrucijada que a alborada.

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