El momento de las definiciones políticas se aproxima para Turquía, que el próximo domingo 28 de mayo irá a un balotaje de grandes expectativas en el que pugnarán el actual presidente y líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco), Recep Tayyip Erdoğan, que obtuvo el 49.52 % de las votaciones; y el máximo dirigente del socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP, por sus siglas en turco), Kemal Kılıçdaroğlu, que logró el 44.88 %, demostrando que la polarización ha encontrado espacio dentro de la sociedad turca.

Será decisiva en el marco de esa coyuntura, la posición que tomará el candidato que quedó en tercer lugar, el ultraderechista Sinan Ogan, que obtuvo 5.2 %. Este dirigente fue respaldado por una plataforma de organizaciones políticas denominada ATA, que tiene como buque insignia el nacionalismo de ultraderecha, y está a favor de que se mantenga la ilegalidad del Partido Democrático de los Pueblos (HDP, por sus siglas en turco), el cual es una formación de izquierda que propugna por los derechos de los kurdos, con lo que se aproximaría a Erdogan, tomando en cuenta que sectores nacionalistas desconfían de Kemal, porque se le percibe afín a dicha minoría. Ogan también podría abstenerse de endosar su apoyo a uno de los aspirantes, para preservarse políticamente.

Erdogan enfrenta el desgaste propio de un ejercicio dilatado y centralizado del poder, sin embargo, mantiene la imagen de un político consolidado difícil de vencer. Así lo demuestra la alta votación alcanzada por el gobernante, contraria a todos los pronósticos de sondeos, encuestas y otros trabajos demoscópicos que lo perfilaban menos aventajado, no obstante, casi logró superar el 50 % de las votaciones, demostrando con ello que una parte importante de la población todavía confía en él como garante de la estabilidad.

El presidente turco tiene como estandartes el nacionalismo y el islamismo más tradicional, a sabiendas de que el 99 % de su población es musulmana. Estos factores fueron decisivos para lograr un importante caudal de votos, incluso en comunidades que fueron afectadas por el sismo devastador de febrero de este 2023, a pesar de las críticas al manejo de la crisis resultante, que tiene como telón de fondo la falta de supervisión en los procesos de construcción de proyectos habitacionales que fueron publicitados como sismorresistentes, mientras que los hechos demostraron que realmente no lo eran.

Independientemente de si resulta electo o no en los comicios del próximo 28 de mayo, Erdogan continuará teniendo una cuota de poder importante en Turquía, porque su partido AKP y fuerzas aliadas lograron mayoría en el parlamento (unicameral) al garantizar 324 de 600 escaños, durante las elecciones legislativas que concomitantemente se efectuaron con las presidenciales del pasado 14 de mayo.

En el caso de Kemal, el tiempo se le acorta para generar confianza en los segmentos de la población que ven con preocupación su supuesta afinidad con la minoría Kurda, porque la misma está muy estigmatizada, al proyectarse como referente de terrorismo, segregación e inestabilidad. Hay quienes consideran un buen indicio, el encuentro que sostuvo en abril con el embajador estadounidense en Turquía, Jeffry Flake, porque esto ha sido visto como una muestra de apoyo de una nación hegemónica, con muchos intereses en esa región del mundo, al igual que en otras.

Turquía es un país transcontinental de amplios contrastes, donde el sincretismo ideológico político-religioso está muy influenciado por la ubicación geografía de las regiones y comunidades.

Analistas pronostican que un cambio de mando político en Turquía podría tener repercusiones en la dinámica de las relaciones de ese país con la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), dependiendo de la óptica con la que se aborden los temas y conflictos regionales.

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